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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Contribuyentes de peso

Además de que produce esa tontería del cáncer, uno es tan rarito que aborrece el tabaco y detesta respirar humo de cigarrillo, particularmente el de segundo bronquio, o sea el que ya ha atravesado la hollinienta chimenea respiratoria de otro individuo. Pero, dicho esto, añadiré que no estoy de acuerdo con que los adictos a éste o a cualquier otro tóxico de masas legalizado (alcohol, fármacos, fútbol, Torrente), deban pagar los platos rotos de la financiación sanitaria. Buena parte del gasto público en salud se debe al mal trato que todas las personas y no sólo las de café, copa y puro le damos al cuerpo con la inestimable colaboración del sistema sanitario: en los centros asistenciales del primer mundo se realizan a diario cientos de miles de consultas, recetas, exploraciones, análisis, pruebas radiológicas, tratamientos, ingresos e intervenciones quirúrgicas tan innecesarios como caros y, en muchos casos, lesivos. Y esta mala gestión de recursos es al parecer más fácil de financiar que de corregir. Los ciudadanos, expertos en sus derechos pero desconocedores quizá de que están legalmente obligados al buen uso de los recursos sanitarios públicos, contribuyen a esta expansión cósmica del gasto automedicándose, presionando más de la cuenta esas formidables maquinarias de consumo sanitario que son los centros asistenciales y, a lo que iba, dañando su propio organismo con hábitos insanos. Fumar y beber son los más célebres pero hay otros, como ingresar más calorías de las necesarias. Entre otros devastadores efectos (atrofia cerebral, lumbalgia), el fatídico complejo sofá-televisor-frigorífico conduce inexorablemente a la barriga y los cardiólogos aseguran que hay existe relación directa entre aumento del perímetro abdominal y riesgo de coronariopatía aguda, o sea entre tripón e infarto. Así que cojan una cinta métrica y mídanse el abdomen a la altura del ombligo pero sin hacer trampa. Y si dieran la talla (más de 102 centímetros en el varón y de 88 en la mujer), será mejor que intenten adelgazar. De lo contrario, además de exponerse al jamacuco, pueden convertirse en sujetos aún más pasivos al ser objeto de un impuesto especial por sobrepeso para financiar la sanidad pública, aunque el recaudador les sorprenda en chándal. El tratamiento correcto de una sangría incesante no consiste en transfundir más y más sino en cohibir de una vez la hemorragia.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.