HACE dos años largos el Hospital de Calahorra publicó un manual de estilo cuyo subtítulo (‘Guía para la correcta relación entre trabajadores y usuarios’) pretendía aclarar desde la portada su intención: ofrecer a todos los trabajadores del centro una serie de recomendaciones encaminadas a obtener la mejor atención sanitaria a través de un estilo o manera diferenciada de hacer las cosas basado en la excelencia. El librito fue ampliamente difundido y obtuvo una excelente acogida en foros como el I Encuentro de Hospitales (Logroño, 2003) y el XIV Congreso Nacional de Hospitales (Zaragoza, 2005), donde fue elogiado como una iniciativa positiva e innovadora en el sector sanitario público. Así que, ante la reciente polémica que desde ciertos sectores políticos y sociales ha desatado algún párrafo sacado de contexto, lo primero que llama descorazonadoramente la atención es que quienes critican un texto que lleva dos años publicado, evidentemente, no se lo han leído. Porque el borrador del libro de estilo que ahora se pretende impulsar en el resto del sistema público riojano de salud, no es que recuerde al de Calahorra, está tomado de él, dado que su contenido es válido no ya para otro sanitario sino para cualquier servicio público. Y, como cualquier otro manual de estilo, éste sólo pretendía marcar unas pautas consideradas de buena práctica en las complejas relaciones que tienen lugar en un centro sanitario entre profesionales, usuarios y la Administración. Por lo tanto, no se trata de una normativa de obligado cumplimiento (¿cómo se puede ‘imponer’ una recomendación o ‘prohibir’ una crítica?), de manera que afirmar que el libro de estilo pretende amordazar o coartar libertades es absurdamente ridículo.
Una vez disipada esta perplejidad parece que la verdadera naturaleza de las acusaciones, dada su procedencia, hay que entenderla en el seno de esa rivalidad política que impulsa a rechazar y condenar todo lo que viene del oponente y a emplear como arma arrojadiza cualquier cosa que caiga en las manos. Pues bien, lamentando decepcionar a quienes han visto en borrador del Libro de Estilo del Sistema Público de Salud Riojano un nuevo casus belli contra el actual poder regional, sepan que no lo han escrito ni el presidente ni el consejero ni el gerente del SERIS, sino un servidor. Quien, por otra parte, se ha limitado a recopilar, ordenar y redactar una serie de ideas que emanan directamente de los más elementales principios de la ética profesional y de los derechos de los usuarios a la autonomía, la información, la seguridad, la intimidad, la confidencialidad y, sobre todo, a recibir un trato exquisito de los profesionales que velan por el cuidado de algo tan preciado como su salud. Y que lo hubiera hecho igualmente si fuesen los responsables sanitarios de otro gobierno los que le hubiesen honrado otorgándole esa confianza, porque el buen estilo de hacer las cosas en un servicio público tan sensible como el de la salud carece de color político. Naturalmente, es muy fácil trivializar el texto destacando aspectos que no forman la parte más importante del mensaje que se pretende transmitir. Mas quien se tome la prudente molestia de leer la obrita completa antes de emitir un juicio sobre su contenido comprobará que sólo persigue humanizar la atención sanitaria fomentando la sensibilidad para captar la necesidad de un trato exquisito, la empatía que permite colocarse en el lugar del que sufre, el respeto a sus derechos, la integridad en la atención sanitaria, la información completa y comprensible, la lealtad hacia los compañeros, la institución y el sistema público de salud y, en definitiva, la excelencia exigible a un profesional de la atención sanitaria. Y que nadie sienta por ello amenazada nada menos que su sagrada libertad de expresión. Porque, si a pesar de lo que diga este o cualquier otro manual de estilo, si un profesional sanitario prefiere seguir ofreciendo ante los pacientes un aspecto descuidado o unas maneras inapropiadas, o mostrando una falta de sensibilidad hacia su padecimiento, o proporcionando una información inadecuada o ininteligible, o faltando al respeto, o violando su intimidad, o menospreciando su confidencialidad, o suplantando su capacidad de decisión, o poniendo a parir a un colega, a un Servicio, a su propio centro de trabajo y, por qué no, al propio sistema sanitario, puede permanecer tranquilo. Nadie, lamentablemente, podrá restringir su derecho a comportarse de ese modo si tal fuera su estilo. No es casualidad que muchas empresas y organizaciones que poseen su propio código de estilo coincidan en que quienes más lo critican y rechazan acostumbran a ser, justamente, los que más lo necesitan. En este caso, la inmensa mayoría de los miles de profesionales de la sanidad riojana, que ya es decir, son de sobresaliente. Pero el libro de estilo aspira a obtener el 10. No deberíamos conformarnos con menos, porque los usuarios de nuestro sistema de salud, que a la postre seremos todos, no merecen menos.