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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Firmas

DISFRUTAMOS de un sistema legislativo tan sofisticado que cierta ley permite promover o cargarse otra cuando se logra reunir el suficiente número de firmas. Es como una repesca callejera de la supuesta voluntad ciudadana: lo que unos consiguen manipulando votos en el parlamento otros intentan cargarse manipulando firmas en la calle. La habitual respuesta favorable del pueblo soberano osborne a estas cosechas callejeras de identidades quizás se deba a que firmar es gratis. Si para financiar la noble causa que se suscribe hubiera que soltar además un eurito seguramente no firmaría ni Zeus. Pero este noble gesto apenas exige al abajo firmante molestia o esfuerzo alguno. Tú vas por ahí tan tranquilo a tus cosas y de pronto alguien te pone un boli en la mano para que cumplimentes el renglón reservado a tu deneí y tu garabato. Adherirse a una campaña de recogida de firmas me parece un ejercicio de solidaridad barata y de falsa generosidad, porque la auténtica consiste en renunciar a algo que necesitamos en favor de quien lo necesita aún más. Y nuestra firma, para qué engañarnos, es como un jersey raído que ya no nos ponemos o un trasto inservible que nos estorba en casa. Por eso se la regalamos al primero que nos la pida, lo mismo contra el exterminio de una especie animal que a favor de la autodeterminación de una etnia cuya existencia desconocíamos y que además nos importa un pimiento. Aparte de quedar bien sin gastar, estas firmas de mentirijillas no comprometen como las de verdad, aquéllas cuya rúbrica encierra la amenaza de un ajuste de cuentas si se faltara a lo firmado: talón, matrimonio, préstamo, contrato. El último acopio de firmas promovido por aquí pretende abortar la llamada Ley Antitabaco. Esa que al fin protegerá a los no fumadores de los fumadores aun a costa de privar a los menores de edad de las bondades educativas y culturales que brinda la tasca. Pues bien, puestos a tumbar leyes presuntamente injustas, propongo derogar la del IRPF. Esa que nos mete un buen mordisco a la nómina de los asalariados sin evasión posible, pero que permite al burlador de impuestos inclinarse sobre la mesita instalada entre el banco y la notaría para solidarizarse contra la miseria del África negra con la mano derecha mientras con la izquierda, siguiendo el célebre consejo evangélico, sujeta fuerte el dinero negro. A ver si en este país no habría medio millón de pringados dispuestos a firmar en apoyo de semejante iniciativa legislativa, popular como pocas.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.