En medio de este interminable acueducto de la Inmaculada Constitución les propongo una reflexión sobre la jornada no laboral que disfrutamos los trabajadores españoles, particularmente algunos. Pero antes, un poco de ociología comparada: ¿saben cuántas vacaciones dan en Estados Unidos? Quince días. ¿Y en China? Pues otros tantos. ¿Y en Japón? Veinte. ¿Y en Europa? Alemania, Reino Unido o Italia veinte también. Francia, de los que más: veinticinco. Aparte están, claro, los festivos: ocho (China, Reino Unido), diez (USA, Italia), once (Francia), doce (Grecia) y hasta catorce en Portugal y España, donde millones de empleados públicos disponen de más días que escapan a la maldición divina, por diversos conceptos: días de libre disposición (vulgo «moscosos»): siete; para formación: seis; por matrimonio: quince (cada vez); por nacimiento de hijo: tres; por fallecimiento, enfermedad o intervención de familiar (aunque sea un cuñado): tres, cinco si es a más de 150 km (¿por si se recorren a pie?). Así que si un estatuario, pongo por caso, se traslada, se casa, le operan a una hermana, acude a un par de cursos y procrea en un mismo año. ¿Saben cuántos de sus 365 días habrá trabajado, o algo? Ciento ochenta y nueve. Medio año sin dar palo al agua. Pues a nuestro dadivoso ministro de Holganza, antes de Trabajo, aún no le parece suficiente y quiere prolongar el permiso de paternidad hasta siete días, o lo que haga falta (¿para qué?). Esto sí que es talante, señores. Sin asomo de demanda social ni, lo que es más asombroso, de reivindicación sindical, los gestores de esta nación de naciones, nacionalidades y necedades históricas se disponen a «regalar» a sus productores unos cuantos días más de no hincarla. A costa, claro, de los tropecientos millones de euros que nos costará la broma. Con un gobierno así, desde luego, no hacen falta sindicatos. Es de esperar que parte de la factura se pague con las subvenciones que estos dejarán de cobrar al hacerles otros el trabajo. Y mientras, los salarios de nuestra Fiestilandia continúan entre los más bajos de Occidente. ¿Tendrán algo que ver una cosa con otra? A ver, que no digo que debamos currar como yanquis o japoneses, pero luego no pretendamos mantener la cuba llena y la suegra borracha. Salvo que, como consecuencia, se meta una sapada y se rompa algo. Entonces, ya saben: de tres a cinco diítas más de fiesta. ¿Quién no abriría un poco más la espita a cambio de otra semanita libre de ese horror del trabajo?