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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Actores, dementes, matones

Finalmente el reo negro rehabilitado Stanley Williams, ex demonio de Los Ángeles condenado a ser matado por matar en 1976, fue ejecutado mediante inyección letal tras un cuarto de siglo agonizando en el corredor de la muerte porque a quien pudo perdonarle la vida, el gobernador de California, no le salió de los sondeos. Tipo tan duro no es otro que Arnold Schwarzenegger, ex actor famoso por encarnar a una máquina perfecta de matar con apariencia humana, si bien, la verdad, no demasiada. Aunque se había escrito milenios antes, fue en 1956 cuando Cecil B. de Mille nos reveló que Dios le redactó a golpe de rayo un bimanual de estilo a Charlton Heston, otro actor de pocas tablas (dos), en la tormentosa cima del Sinaí. El código, coercitivo de libertades tan arraigadas en el ser humano ya por aquel génesis como su derecho a blasfemar, robar, mentir o tirarse a la mujer del prójimo, incluía también la represiva prohibición de matar. Yahvé no se anduvo con rodeos diciendo «procuraréis no matar», o: «a ver si no me matáis tanto». «No matarás», concretó. Pero cuando Moisés Heston descendió de la cantera bíblica se encontró con que Datán G. Robinson le había montado un sindicato reivindicativo del fornicio, la becerrada y el homicidio ritual. Así que Charlton rompió sus tablas y tras probar fortuna en el circo como piloto de Fórmula 4 acabó en el Nuevo Imperio de apologista de las armas de fuego con las que los norteamericanos gustan de matarse entre ellos y llegó a presidente de la Asociación Nacional del Rifle, poderoso lobby del mismo Partido Republicano al que pertenece ex Terminator. En la actualidad Heston padece demencia senil, el mismo mal que acabó con Ronald Reagan, otro mal actor con un par de pistolones que también liquidó reos indefensos en California antes de ocupar la Casa Blanca y cuyo sucesor sería George Bush I, padre de uno de los peores asesinos en serie (152 ejecuciones en sus cinco años de poncio tejano) que ha dado ese país de gobernadores ex actores locos por seguir siendo matones fuera de la pantalla. El católico Arnold debe pensar que desobedecer el mandamiento revelado a su colega Moisés H. Rifle es el camino hacia la cima, y ha iniciado su siniestro subidón de asesinatos por vía intravenosa. Lo que no sabe es que allá arriba le estará esperando con su aljaba repleta de rayos que mal parten un Yahvé que siempre supo ser más implacable y cruel con los pecadores que el peor gobernador del Estado de California.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.