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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Año Shostakóvich

Dimitri Shostakóvich, uno de los más grandes compositores del siglo XX, nació en San Petersburgo en 1906, de manera que este año debería celebrarse su centenario. Sin embargo, se prefiere festejar otro «año Mozart» (1991, bicentenario de su muerte, también lo fue) con ocasión del 250 aniversario de su venida al mundo porque «el dedo de Dios señaló Salzburgo». Así que este año toca otra vez Amadeus hasta en la sopa mientras que nadie parece acordarse del legendario músico que compuso su sinfonía Leningrado durante el infierno del asedio nazi y que no sobreviviría al de la opresión soviética que amordazó su arte, porque un cáncer lo mató en 1975. Shostakóvich salvó el pellejo durante la barbarie cultural estalinista colocándose una máscara de patriota comunista ante el régimen y cifrando su música como un mensaje ocultado al enemigo (creó un universo musical a partir de un sencillo núcleo temático formado por la secuencia re, mi bemol, do, si, notas que en alemán se escriben D, S, C, H, el anagrama de su nombre). En 1936 el diario Pravda condenó la música de su chispeante ópera Lady Macbeth del distrito Mtsensk por «compulsiva, horrísona y neurótica», y para evitar la purga se vio obligado a «rectificar» componiendo obras patrióticas con temas como planes forestales y títulos como Juramento al Comisariado del Pueblo. Así consiguió sacar adelante su inmenso talento musical burlando la represión que condujo a otros colegas al gulag, el exilio o el paredón. Su producción es ingente: casi 200 obras entre sinfonías, conciertos, poemas sinfónicos, cámara, ópera, cantatas, ballet, bandas sonoras, piano, canciones y obras de (falsa) propaganda política. Música a menudo con doble fondo que revela un espíritu ingenioso y original, satírico y burlón unas veces, trágico y profundo otras, noble y humano siempre. Comparado con el agradable bocado de tarta Sacher a que saben las piezas mozartianas, las de DSCH sientan como un trago de vodka a palo seco, pero la impresión que producen en el cuerpo (y en el alma) es más intensa y duradera. Sirva esta columna como modesto homenaje a un gran músico de nuestro tiempo cuyo legado es la emocionante expresión de un artista genial sojuzgado por la autoridad. 2006 es también el año Shostakóvich. Celebrémoslo del mejor modo: escuchando su música, antídoto perfecto contra el empalago por tanto dulce vienés. Sublime, desde luego. Pero, más que a sorbito de nata que acaricia el paladar, la vida suele dejar un regusto a lingotazo de vodka que desgarra las entrañas.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.