>

Blogs

Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Polvo negro

Cada segundo fallecen dos seres humanos. Siete mil y pico muertes por hora. Ciento setenta mil cadáveres diarios. Más de sesenta millones de fiambres al año. Y sólo unos pocos privilegiados cascan rodeados de afecto y cuidados; la mayoría perecen víctimas del odio, la enfermedad o el hambre. Pero, miserable o digna, todas las muertes arrastran la misma estela de dolor, estupor y congoja. Cada nuevo duelo es una microtragedia que contribuye a mantener en escena la gran tragedia universal del género humano: la vida es una enfermedad mortal y vivir es prolongar una agonía paradójica, más cruel cuanto más breve. Vista así, la existencia es padecimiento; la intoxicación, analgesia; el óbito, curación, y el suicidio, eutanasia. Sin embargo, aun siendo la única certeza de nuestra vida, la parca siempre nos sorprende y asusta, cuando lo temible sería despertar un día más en un corredor de la muerte cuya longitud desconocemos. Mi madre lo decía mucho: la vida es una estafa. Con razón, porque vivir es nacer para crecer para aprender para trabajar para ganar para seguir viviendo para seguir trabajando para seguir ganando para seguir sobreviviendo hasta que una enfermedad, una lesión o un vecino acabe con nosotros. Pues, en lugar de afanarnos en existir al final para nada, rebelémonos contra esta vida que nos mata cuando quiere pereciendo todos el mismo día para acabar de una vez con este goteo infinito de tragedia cotidiana. Organicemos un holocausto universal que sería como un corte de mangas cósmico a lo que sea que nos creó para destruirnos poco a poco y, lo más cruel de todo, dándonos cuenta. Y mientras acordamos la fecha, aprendamos a aceptar nuestra temporalidad, tolerar la enfermedad y apreciar la belleza del acabamiento, la grandeza de la extinción, la nobleza de alcanzar nuestro dramático final sin miedos ni lamentos. Todos somos moribundos. Pues muramos con dignidad. Seamos tan valientes como para estar siempre dispuestos a desaparecer, pero no tanto como para desear vivir un día más inmersos en el sufrimiento, la desdicha o el tedio. La inexistencia debe de ser como un plácido sueño sin terrores ni desvelos (ni apneas) en una noche sin fin silenciosa y quieta, jamás sobresaltada por la odiosa llamada que nos reclama de nuevo a la subsistencia. ¿Acaso es mejor la vida, esa angustiosa pesadilla que día tras día interrumpe nuestro descanso en paz? Escrito está que del polvo procedemos y hechos polvo acabaremos. Polvo negro de la nada eterna.

Temas

Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.