>

Blogs

Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Nintensons

Desde bien pequeñita, y con cíclica periodicidad, nuestra hija nos ha dado la turrada para conseguir un perro, algo imposible dado que ni a su madre ni a mí nos gustan los chuchos y por nada del mundo compartiríamos nuestros respectivos territorios domésticos con uno. Entiendo que muchas personas disfruten con la compañía de su perro e incluso que algunas, quizá sin demasiado mérito por parte del animal, lleguen a quererlo más que a la familia, pero para mí sólo son unos bichos peludos que jadean, ladran, babean, muerden, destrozan, cagan, mean y enferman. Así que mis hijos nunca han podido jugar con perros, pero sí en cambio con todas las consolas de videojuegos que han salido al mercado. Precisamente gracias a la penúltima la pequeña ha podido colmar su anhelo canino al fin. El juego se llama Nintendogs y su capacidad de simulación es increíble. Aplicando un puntero sobre la pantalla táctil el jugador escoge su ejemplar y a partir de entonces el perrito o perrita responde por su nombre, obedece órdenes de voz, agradece las caricias, corre a por la pelota o el disco volador y se deja bañar, vacunar o ingresar en una residencia canina, todo ello sin cacas, parásitos, ladridos ni paseos intempestivos de verdad. Parece tan real que, por el momento, nuestra hija ha dejado de reclamar un perro de verdad. No sabemos si será definitivo o si acabará cansándose de su chucho virtual, aunque en este caso podría cambiarlo por otro de raza o color diferentes, una ventaja más frente al de carne, garrapata y hueso. Pero si el jueguito fuera efectivamente capaz de satisfacer para siempre las expectativas perrunas de una niña no podré por menos que envidiar a esta generación y lamentar no haber nacido cuarenta años más tarde. Pues cuando me asaltaran las ganas de procrear echaría mano del Nintensons y escogería un cachorro humano que respondería por su nombre, obedecería órdenes de voz, agradecería las caricias, correría a por el disco volador, se dejaría vacunar o ingresaría dócilmente en una guardería, y todo sin cacas, mocos, papillas de frutas, berreos nocturnos ni paseos intempestivos de veras. Y cuando la aparente criaturita creciera hasta la edad de llevarte la contraria, trasnochar, pedir pasta, apropiarse de tus cosas, matricularse de algo o dar la turrada exigiendo moto, coche o mismamente perro, desconectaría la consola y a tomar por estambái la nena o el nene. Pudiendo, además, guardar la partida o cambiar de retoño en la siguiente jugada. Menudo chollo, la paternidad virtual.

Temas

Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


agosto 2006
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031