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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Vuelva usted después del desayuno

Si usted, administrado público o consumidor privado, se adentra para realizar una gestión en una oficina atendida por despachadores cara al público, y cuando tras los capotazos y largas cambiadas iniciales alguien le ponga finalmente en suerte ante su mesa, mostrador o ventanilla, puede toparse con el desagradable contratiempo de que su titular se ha largado. Si intenta entonces captar la atención de algún compañero del ausente se los encontrará a todos tan atareados que ninguno levantará la vista de sus papeles, como escolares sin la lección sabida esquivando al profe preguntón. Y si, ya indignado, opta por atacar encarándose al individuo más próximo para conocer el paradero del encargado de atender su asunto, es posible que reciba esta respuesta: «Está desayunando», escupida sin volver la cara de perro si el interpelado pertenece a la peor especie de despachador (el que considera al usuario o consumidor un maldito pelmazo empeñado en joderle el día), o suavizada con un «espere un momentito que volverá enseguida» cuando se trata de un recién llegado a la empresa. En tal caso no se le ocurra mirar el reloj y exclamar: «¿desayunando? ¿a las doce del mediodía?» y menos aún añadir: «a trabajar se viene desayunado» mirando al tendido, ya que tamaña torpeza puede significar el fracaso definitivo de su gestión. La cual, seguramente, consistirá menos en cobrar un décimo premiado que en liquidar un impuesto, pagar una multa, formular una queja, prestar declaración o pedir vez para el especialista. Sería un error porque seguramente su desayunador tardío estará ejerciendo un legítimo derecho, conquistado en su convenio colectivo, tan sagrado como el manto de la Virgen local. En este país, además, el curro más duro no está en el fondo de la mina ni a bordo del arrastrero ni a lomos de la cosechadora ni colgando del andamio sino al otro lado del mostrador aguantando durante horas impertinencias, malos modales, ignorancias atrevidas y groserías de bocazas mascachicles y rumiapalillos, por lo que la escapada al bareto de abajo a media jornada es absolutamente necesario para poder soportar la otra media. Lo llaman desayuno pero en realidad es el tentempié que literalmente permite permanecer erguido el resto de la mañana en la trinchera. Así que si cuando aterriza en su negociado le sueltan que el tipo o la tipa contra quien viene está desayunando, no se enfade y celebre su buena suerte porque seguramente regresará al tajo mejor dispuesto a solucionar su papeleta.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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