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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Chuparla en casa

Hace algún tiempo sorprendí a un conocido personaje local hojeando de mala manera ‘La Rioja’ en uno de esos puntos de venta dominical de pan y prensa. Pues el sujeto, cuyo nombre omitiré por deferencia hacia su familia, iba pasando las hojas mediante el procedimiento de chuparse el dedo encargado de la tarea. Pero lo peor vino cuando, llegado su turno de chapata, el muy jeta plegó el diario y lo devolvió a su montón para dedicarse a manosear las barras del cesto antes de escoger la suya. Esta fea y reprobable costumbre de humedecer con saliva la esquina de la hoja con objeto de facilitar su pase me parece, además de insalubre, innecesaria. Los defensores de la técnica arguyen que es efectiva pero yo lo he probado en la más estricta intimidad y, francamente, no encuentro la ventaja frente al pase a dedo seco. La atenta observación de esta práctica permite distinguir dos modalidades básicas de hojeo de publicación periódica a yema húmeda. La primera es propia de señores mayores o con sobrepeso y consiste en una pasada del pulpejo del pulgar por el belfo previamente babeado, de derecha a izquierda (al revés si es zurdo). En la segunda, típica de mujeres de mediana edad, es la punta del corazón, quizá por su mayor longitud, la que roza la lengua entresacada antes de mojar su destino, en todos los casos la esquina inferior derecha de las hojas impares (izquierda de las pares en caso de leer al revés); si el hojeo es rápido, como sucede en salas de espera, peluquerías, aviones o expositores de venta, una misma chupada puede dar para dos o tres páginas, pero si se hace lentamente será necesario ensalivar la falange en cada pasada. El otro día pillé a una compañera de turbulencia metiéndose en la nariz el mismo dedo con el que humedecía la revista de a bordo, quizá para incrementar su adhesividad o simplemente porque era su dedo de las cochinadas. Les cuento esto porque vivimos inmersos en una psicosis colectiva de miedo a contraer enfermedades contagiosas (alentada por campañas institucionales), pero nunca he visto ni oído alertar contra la transmisión humana de un flujo corporal tan morbífico como la saliva a través de esa malsana manera de curiosear una publicación con la promiscuidad inherente a los lugares públicos. Así que animo a la autoridad sanitaria a remediar esta laguna preventiva colocando dispensadores de guantes de látex junto a los lugares de venta o lectura de prensa, acompañados de sugestivos eslóganes. «Si le gusta chuparla hágalo pero en su casa», por ejemplo.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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