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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Sin noticias del más allá

La idea de la muerte nos aterra, sobre todo, por el desconocimiento de lo que pudiera aguardarnos tras nuestra extinción. El miedo, quizá, no sea tanto a desaparecer de este perro mundo como de acceder al que pudiera abrirse en el fondo de la fosa tras el responso. Las tres creencias al respecto más extendidas entre la humanidad son la reencarnación en otro ser vivo, una nueva vida eterna (celestial o infernal según el comportamiento terrenal) y, finalmente, el regreso al polvo del que surgimos, es decir, la nada. Yo me inclino por esta última, que por un lado es la peor de sobrellevar dado que elimina toda esperanza de redención, aunque por otro te libera de la constante presión para observar la buena conducta merecedora del pase a la gloria. Una de las razones en las que me apoyo para no creer en el más allá es que, hasta la fecha, ni un solo fallecido se ha puesto en contacto de verdad con el más acá. Y si los atrasados humanos somos capaces de lanzar hasta Saturno un artefacto que nos envía fotos desde 1.500 millones de kilómetros, ¿cómo es que quienes han alcanzado una existencia sobrenatural no pueden mandarnos un SMS siquiera? Sería revelador para todos recibir noticias de algún muerto o muerta, no digo un ser querido, lo cual emocionalmente sería demasiado fuerte, sino de un vecino, una concuñada o un compañero de trabajo. ¿Se imaginan la revolución social, cultural y religiosa que se armaría si llegásemos a conocer qué hay después de la muerte por testimonios procedentes de ultratumba? Al fin sabríamos si hay algo y si ello consiste en un éxtasis infinito, un hervor a fuego lento o, peor aún, otra condena a vivir. Pero aquí no llama nadie, ni en plena era de la telecomunicación sin cable, así que mientras no se reciba un sólo mensaje fidedigno desde el otro lado de esta vida seguiré apostando por el polvo como destino final del ser humano. Pues del limbo o las tinieblas exteriores cabe esperar una mala transmisión de ondas electromagnéticas, y del averno una férrea censura que impida a los condenados advertir a los candidatos de lo que les espera si continúan portándose mal en el planeta. Pero, ¿del paraíso? Mala cosa no recibir tampoco noticias del cielo (iba a decir que habría que ir pensando en enterrar a la gente con su móvil, pero una de las bendiciones celestiales debe ser que allá no suene ni uno, así que seguramente los requisarán a la entrada). Me temo, en fin, que lo peor de la muerte no va a ser el abandonar este horroroso mundo sino el no poder disfrutar de ello en ninguna otra parte.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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