Chuloputas es una palabrota aún no admitida por la Real Academia, pero como saben se trata de la acepción vulgar y soez de proxeneta o individuo que obtiene beneficios de la prostitución de otras a las que asegura proteger pero en realidad explota. Los proxenetas o chuloputas son parásitos sociales de la peor especie: macarras, agresivos, inmorales, cínicos, depravados y de cociente intelectual limítrofe con la imbecilidad. Su atuendo es desarreglado, sus modales chulescos, sus ademanes bastos y su lenguaje, además de procaz, pobre, viciado y vulgar («nos hemos manifestao en Bilbau»). Zoológicamente hablando el proxeneta es un depredador diurno de carroña humana muy extendido por todo el planeta, incluida la península ibérica, en cuyos bosques del norte sobrevive una rara especie autóctona de rufián especializada en explotar a descerebrados que a su vez descerebran a inocentes disparándoles al cráneo y explotan artefactos provocando estragos y matanzas entre la pacífica ciudadanía. Esta subespecie de chulomatones se llama batasuna y su ejemplar más conocido es Arnaldo Otegui, cuya descripción encaja con la del chuloputas ofrecida más arriba, aunque sería más apropiado denominarlo chuloetarras o proxenetarra, pues se beneficia políticamente de las fechorías que desalmados asesinos perpetran para acabar languideciendo de hambre y sed de sangre en la cárcel mientras ellos se ponen ciegos en las herriko tabernas. Sin perder de vista a la superior especie de los chuloabertzales o rechuloetarras, o sea los nacionatas recolectores de los frutos que los batasunos arrancan al árbol del mal agitando su vigoroso tronco profundamente enraizado en la euskopatria. Con todo, y al igual que otros ilustres canallas de nuestra historia, los proxenetarras poseen su épica y hasta su romancero, verbigracia: «Quien oviera tal ventura / sobre las aguas del mar/ como la hubo el proxenetarra Arnaldo / la mañana de San Jerónimo. / Con un pistolón en la mano / la autodeterminación iba a cazar, / vio venir una zapatiesta / que a la paz quiere llegar. / Los guantes traía de seda / el talante de un cendal / zapatestero que la manda / diciendo viene un cantar / que la mar desfacía en marejada, / los nacionalismos hace arreciar, / los tiburones que andan nel hondo / arriba los hace andar, / las gaviotas que andan volando / nel mástil las hace graznar. / Allí fabló el borde Arnaldo, bien oiréis lo que dirá: Por Euskal Herría te ruego, zapatestero, dígasme ora ese cantar. / Respondióle el zapatestero, tal respuesta le fue a dar: Yo no digo esta canción / sino a quien conmigo va». A negociar, se entiende.