Un reciente estudio aconseja realizar un escáner anual a todos los fumadores o ex fumadores de más de 40 años para reducir la mortalidad del cáncer pulmonar. Esta nueva propuesta de cribado masivo es una vuelta más de la imparable espiral preventivista que aqueja a la sociedad del bienestar desde que la ciencia médica, compinchada con la autoridad, decidió dedicar más esfuerzos a prevenir enfermedades que a tratarlas. Una espiral costosísima y generadora de ansiedades individuales y tensiones sociales, políticas y científicas, pero además, el «más vale prevenir que curar» es muchas veces un sofisma, porque sólo podemos prevenir las enfermedades cuya causa conocemos, caso de las vacunaciones. Pero la del cáncer permanece desconocida, así que no es posible prevenirlo sino, como mucho, detectarlo precozmente rastreando las vísceras de la gente bajo el otro eslogan estrella de la demagogia sanitarista: «una vida no tiene precio». Lo tiene, y es altísimo. Y si no hubiese más que una enfermedad mortal tendría sentido, pero resulta que hay centenares y lo que hacemos diagnosticando a tiempo una de ellas no es vencer o burlar a la muerte, como llegamos a creer, sino transferirla a cualquier otro mal capaz de acabar con nosotros. Teniendo en cuenta que incrementar en un solo día la media de nuestra esperanza de vida cuesta toneladas de euros, el análisis del coste de oportunidad aplicado al ingente gasto sanitario plantea interesantes reflexiones: ¿el incremento de salud de la población es proporcional al de las inversiones?, ¿qué beneficios obtendría la sociedad invirtiendo ese dineral en otras áreas necesitadas, como justicia, educación, vivienda o dependencia?, ¿vale la pena dedicar la mitad del presupuesto de la comunidad a proporcionar a sus contribuyentes más cantidad que calidad de vida? Y sin olvidar que prevenir no es curar, porque la vida es una enfermedad incurable y como mucho conseguiremos durar algo más. Si esto sigue así acabaremos dedicando la totalidad del presupuesto a financiar el chequeo permanente de media población a manos de la otra media en el seno de una sociedad hipermedicalizada, patofóbica y obsesionada con eludir algo tan inevitable y natural como la muerte. Antes de que eso suceda, preguntemos a cada ciudadano: ¿prefiere usted que le prolonguen la morienda o que le mejoren la vivienda?, ¿que le bajen el colesterol o que le suban la pensión?, ¿un escáner o un viajecito anual? En suma: ¿prefiere vivir más o mejor? Ese sí sería un buen referéndum y no los que montan por chorradas como la reforma estatutaria.