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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Una estafa

Ya en sus últimos años mi madre aseguraba que la vida es una estafa. La primera vez que se lo oí soltar yo todavía acumulaba más expectativas que experiencia, albergaba más ilusión que frustración y disponía de más futuro que pasado y me alarmó tal síntoma de amargo desengaño precisamente en ella. Que quien trató de inculcarnos desde pequeñitos tantos buenos valores de los que andaba sobrada (bondad, honradez, compasión, austeridad, optimismo, rectitud, tesón) llegara a semejante conclusión era perturbador y el impacto de aquel primer cascote desprendido de la fachada de su vida hizo tambalear los andamios de la mía. Ahora que ya tengo más andado que por andar, acumulo más decepciones que satisfacciones y rumio menos proyectos que fracasos, entiendo por qué lo decía. Pues qué es, sino una estafa, que te cristianen con el cordón aún colgando para eludir un limbo que finalmente no existe, como dejarán oficialmente de existir algún día ese cielo, ese infierno y ese Dios que aterrorizaron nuestra pecadora adolescencia. A ver si no lo fueron tantísimas tardes desperdiciadas aprendiendo el francés (es un idioma), tan inútil como casi todas las demás asignaturas superadas durante décadas. Qué es más que un timo perder los mejores veranos de tu vida embruteciéndote en un cuartel para adiestrarte en la defensa de una patria que resulta estar en Afganistán. O casarte impoluto a los veintitrés por la iglesia y con banquete para disfrutar al final de los mismísimos derechos que las parejas de lecho. O echar a perder la infancia en un siniestro internado porque para chicos en Haro sólo había un instituto laboral donde enseban el manejo del destornillador, la gubia, el serrucho y la escofina, que es lo que uno ha terminado empuñando después de siete años de bachiller y nueve más entre carrera y especialidad, con la diferencia de que una mesa no te sienta en el banquillo si cree que la has dejado coja. Y qué calificativo merece cotizar a la Seguridad Social durante treinta años para que te salgan con que ya veremos si llega para tu pensión y que mejor te vas haciendo un plan. Qué es, en fin, el salón-comedor de los buenos ratos sino un panteón familiar en ciernes. La vida es un encadenamiento de embelecos y desencantos que comienzan en la tercera década y van creciendo hasta convertirse en ese estado permanente de infortunio que a menudo es la vejez («el precio que hay que pagar por haber vivido»), cuando el edificio de la vida, levantado con tanto esfuerzo y tantas ilusiones, se arruina hasta desmoronarse por completo. Una estafa. Qué razón llevabas, Finita. Como siempre.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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