>

Blogs

Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Un triste viaje

El asesinato por odio hasta la muerte descubre una de las caras más abominables del peor bicho de la creación, el ser humano. Para quienes defendemos el derecho sagrado a la vida incluso del malhechor más desalmado y hemos dedicado nuestro esfuerzo profesional a la preservación de la salud y por tanto de la existencia, matar intencionadamente resulta el más horrendo de los crímenes. Pero si todo asesinato nos infunde pavor, ninguno tanto como el protagonizado por seres que en otro tiempo se amaron. El homicidio nunca encontrará justificación pero hemos llegado a aceptar que el fanatismo político o religioso, la delincuencia organizada, la justicia justiciera o el vil terrorismo acaben con la vida de individuos inocentes con la misma resignación que ante un trágico accidente o la enfermedad incurable. Sin embargo, disparar a quemarropa, degollar con el cuchillo jamonero o martillear el cráneo a presuntos seres queridos (padres, hermanos, parejas) son atrocidades que siempre nos desolarán. Raro es el día en que el desgraciario no nos atraganta el segundo plato con otro parricidio, uxoricidio o infanticidio, pero este goteo de crímenes sólo es la ensangrentada punta de un inmenso iceberg de odio hundido en las gélidas profundidades del desamor. Lo que más me impresiona del individuo corriente esposado camino del calabozo tras haber hacheado a su madre o estrangulado o su esposa o apaleado a su bebé es el misterioso proceso vital que le haya podido conducir desde el afecto al rencor. En el caso de la llamada violencia de género (que a pesar del nombrecito no consiste en irrumpir en un comercio para destrozar su mercancía) debe de existir un punto de inflexión, una raya más allá de la cual la misma piel que antaño se ansiaba acariciar repela como un ortigal, los mismos ojos que se comieran el amado rostro lo rehuyan con aversión, el obsequio mutuo de atenciones, caricias y sonrisas se trueque en fuego cruzado de acusaciones, reproches y censuras, un momento a partir del cual hasta ese rescoldo de la antigua pasión que es el cariño acabe extinguiéndose, la mera presencia del otro (no digamos sus ruidos, olores, manías, silencios, flacideces y demás miserias) resulte insoportable y el tálamo del amor devenga en su túmulo. Es en esa crucial etapa todavía inofensiva del triste viaje desde la ternura al aborrecimiento cuando los antiguos amadores deberían apartarse para siempre antes de que el veneno de la inquina se apodere de sus corazones transformando la convivencia en un infierno potencialmente mortal. No debe alarmarnos el porcentaje de parejas que se separan sino el de las que se despedazan.

Temas

Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.