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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Chupinazo con gaseosa

Si a esta flamante capital autonómica de casi ciento cincuenta mil hígados que es Logroño le falta algo para considerarla una urbe moderna, civilizada y progresista es sacudirse de una vez sus más recalcitrantes señas de pueblerinidad. Las cuales experimentan una dramática concentración durante los llamados sanmateos, orgía de decibelios, exceso gastronómico, maltrato a animales, pachanga, desmadre y guarrería que da comienzo con el lanzamiento ritual de un petardo desde el balcón municipal. Nunca me cansaré de arremeter contra esta inmunda gamberrada institucionalizada y suplicar a la autoridad local que la suprima por el bien de esta ciudad. Pues bien, sus nuevos mandamases han desperdiciado la oportunidad de ofrecer una inequívoca muestra del cambio que según ellos necesitaba la capital de La Rioja tratando de contentar a todos, lo que en política, como bien se sabe, supone no contentar a nadie. Prohibirle a un mocete penetrar en el aprisco consistorial pertrechado de munición emporcadora es desairarlo, aunque se le requise el material como pidiendo perdón: ¿qué es eso de canjear las sustancias prohibidas por un obsequio? ¿Qué darán en adelante a los demás ciudadanos por no aparcar en doble fila, respetar los semáforos, dejar dormir a los vecinos o impedir que el perrito se cisque en la vía pública? Iba a decir que este chupinazo descafeinado es un querer y no poder, pero qué va, lo quieren tanto que nuestros neófitos ediles deberían acceder a la rampa de lanzamiento provistos de babero y pañal por si se desaguan del gusto al disparar el dichoso cohete; está claro que tampoco esta corporación acabará con el Logroño de cohete, charanga, untada y vaca suelta. Miren, seguramente no habrá nadie más contrario a esa bochornosa paletería del chupinazo que servidor pero, de verdad, si no lo van a quitar dejen que los chavales se tiren hasta boñigas frescas si les viene en gana. Ciertos actos poseen una esencia cuya privación los convierte en insípidos sucedáneos; pedirle a la chavalería que no marranee en el chupinazo es como darles a los picaos una madeja de celofán para que no se lastimen o lidiar toros de cartón piedra. Estas cosas o se prohíben o se declaran de interés turístico, pero tratar de amortiguarlas las convierte en ridículas cuando no patéticas.. Un “chupinazo limpio” (que al final resultará algo menos asqueroso sólo) es como un vino echado a perder con la gaseosa que sí dejarán arrojarse a la muchachada. ¿A que al nuevo gobierno municipal no se le ocurrirá echarle Casera al rioja con el que brindarán el 15-S para celebrar el ascenso? Del cohete, por supuesto.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


julio 2007
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