A estas alturas de su segunda legislatura como Líder de la Oposición sólo por sectarismo partidista o gazuza de poder podrá afirmarse que el político teóricamente con más posibilidades de relevar al ínclito ZP en el palacio de la Moncloa, Mariano Rajoy, está haciendo méritos para conseguirlo. Que con la que está cayendo en este país el presidente de su Gobierno siga mejor valorado en las encuestas que el presunto jefe de la supuesta oposición indica que algo grave está fallando en el sistema, porque en democracia cuando un país va mal la mayoría del electorado traslada automáticamente sus esperanzas de cambio a la alternativa al poder. Mas hete aquí que el único partido que podría ejercer una verdadera oposición al gobernante, el Popular (los otros son o testimoniales o sacacuartos), es incapaz de llevarla a cabo ni frente a un Gobierno tan deficiente como el que tenemos. A la siempre bien engrasada maquinaria de propaganda socialista – en eso sí les dan cien vueltas a los populares- le bastó un petrolero hundido (no está demostrado que por el PP) y el apoyo más moral que militar a la invasión de Irak para desgastar al gobierno y su partido. Pero ni con meteduras de pata políticas tan graves como la fallida negociación con ETA o ante catástrofes sociales como la actual destrucción galopante de empleo, de peores consecuencias para los ciudadanos que el chapapote o la foto de las Azores, son capaces los populares de despegar en intención de voto. Resulta difícil encontrar una explicación, porque en la era Aznar, brutalmente sellada por el 11-M, la gestión de gobierno no sería tan mala cuando la matraca Prestige-Irak fue y sigue siendo el único reproche a los ocho años que duró. Quizá haya en el PP mucho complejo vergonzante a ser de derechas, en buena parte porque esa propaganda pesoísta tan perversa como eficaz ha convencido falazmente a muchos de que la derecha española no es democrática y apesta a franquismo, que sólo en la izquierda hay libertad, cultura, progreso y protección social y que un chorizo de derechas es muchísimo peor que uno de izquierdas. A lo mejor el obstáculo está en la imagen de Rajoy, un político teóricamente mejor preparado porque ha sido ministro de casi todo pero que es feo, resulta antipático y sisea. Puede ser, sí, que en este país se valore más la telegenia que el currículo, y en ese aspecto Rajoy es a Zapatero lo que el Monstruo de las Galletas al Señor Sonrisas, aunque sean bobaliconas. Lo cierto es que soportamos una inoperante oposición a un gobierno inoperante y ninguno de los respectivos responsables de esta lamentable situación parece dispuesto a marcharse. Es como viajar en un avión tripulado por un comandante incapaz de gobernar el aparato porque le regalaron el título y un copiloto con experiencia que podría intentar el aterrizaje pero permanece en su asiento paralizado por el miedo. Asístenos, San Judas Tadeo, que esto está mucho feo (repetir tres veces si se llegara a enfilar la pista).