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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Ideas de bombillero

Una de las cosas que peor lleva este ciudadano de sus numerosos gobiernos (municipal, autonómico, nacional, comunitario) es que se entrometan en su vida privada. Que, no contentos con normalizar la actividad pública de la gente en todos los aspectos imaginables, pretendan inmiscuirse de felpudos adentro en sus asuntos particulares invocando supuestas razones de interés no ya general sino cósmico. Que nos digan, por ejemplo, a qué temperatura debemos climatizar nuestra vivienda. O con qué ropa hemos de trabajar. O que compremos productos españoles (salvo, se conoce, los tricornios de la Benemérita que Defensa adquiere en China nueve veces más barato). O en qué estaciones invernales es preferible esquiar (atención parados, nada de Alpes para olvidar penas, mejor Sierra Nevada). O, a lo que vamos, con qué bombillas alumbrarnos. En mis tebeos cuando a un personaje se le ocurría una idea aparecía una bombillita flotando sobre su cabeza como señal de la ocurrencia. Pues a don Miguel Sebastián, Ministro de Industria y otras cosas, debió de encendérsele de verdad una bombilla a un palmo de la sesera cuando concibió la idea de regalar a cada hogar dos lámparas fluorescentes compactas o “de bajo consumo” (pero alto poder contaminador al contener mercurio) como medida adicional al Plan de Ahorro Energético vigente hasta 2011. Parecía una idea de bombero pero la cosa va en serio y ya se ha adjudicado a Correos (a dedo) por 22 millones el reparto de los primeros 22 millones de bombillas los 49 previstos, con un coste total de 105 millones. A ver, si la supervivencia del planeta depende de verdad de medidas como ésta, ¿por qué no prohíben de una vez las bombillas de tungsteno y que cada cual compre las suyas? Una de las cosas que más nos sorprende cuando, desoyendo irresponsablemente consignas gubernamentales, visitamos ciudades europeas, es su pobre iluminación nocturna. Porque en España no sólo en las avenidas de las grandes capitales sino hasta en las callejuelas de cualquier aldea se derrocha electricidad a porrillo. Aquí los polígonos industriales, que permanecen desiertos durante toda la noche, están mucho más y mejor iluminados que las calles de Londres, Viena o Roma. ¿Por qué no empezar por ahí si de verdad se quiere ahorrar energía para bien de la biosfera en lugar de trasladar la responsabilidad del despilfarro energético público al cuarto de estar? Puede dormir tranquilo el ministro de las ideas brillantes porque con el desplome de la venta de automóviles y la incesante liquidación de empresas las previsiones de ahorro energético para este año se rebasarán con creces. Y sepa que para muchos 21º son pocos. Que nos gusta encorbatarnos. Que pensamos seguir conociendo mundo mientras nuestro estado de ánimo nos lo permita. Y que a los consumidores, más aún en tiempo de crisis, nos importa más el precio de los productos que el país donde fueron fabricados. Como a su colega de Defensa, sin ir más lejos.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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