A estas alturas de la novela uno ha renunciado a intentar siquiera comprender los grandes misterios de la Humanidad. Arcanos tan recónditos como el origen de la vida, las dimensiones del cosmos o que ZP sea presidente del gobierno son definitivamente incomprensibles y esforzarse en explicarlos supondrá una frustrante pérdida de tiempo. El caso es que cuando se renuncia a encontrar respuestas para las eternas preguntas del ser humano (quiénes somos, de dónde venimos, por qué somos tan absurdos y adónde vamos) y se rebaja el nivel de la inquietud filosófica hasta cotas más modestas, surgen nuevos interrogantes aunque menos transcendentes, porque lo propio del ser humano es preguntarse sobre aquello que, por más que lo intente, no logra entender. He aquí, amigos lectores, una variada muestra de esos misterios menores en cuya indagación me propongo involucrarles. A ver, ¿cuál es la razón de que las dos primeras filas de cualquier auditorio, que es donde mejor se ve y se oye, permanezcan siempre vacías? ¿Por qué todos los cuchillos de los parricidas son indefectiblemente “de grandes dimensiones”? ¿Qué impulso nervioso colectivo desencadena el aplauso del público operístico en el preciso instante en que comienza a cerrarse el telón aunque no haya finalizado la música? ¿Cómo es posible que un urólogo gane menos que un fontanero tras diez años de formación y soportando más responsabilidad pero aún así no cambie de oficio, de cañería para el caso? ¿Cómo puede ser que telezurullos como Camera café o Escenas de matrimonio sean tan exitosos? Ya puestos, ¿por qué un pedo (eso sí que es gas natural y lo demás cuento) puede resultar fétido para los demás pero aromático para su expulsor? ¿Cuál es la razón de que a los árbitros de fútbol, y sólo a ellos, se les nombre siempre por sus dos apellidos? ¿Cómo consiguen las modelos no tropezarse con sus propios pies en la pasarela? ¿Por qué los países ricos gastan millonadas en buscar indicios de vida en Marte y no en evitar la muerte de miles de especies en la Tierra, incluida la humana? ¿Cuál es la explicación de que, caiga cuando caiga, siempre hace mal tiempo en Semana Santa? ¿Qué prisa puede acuciar al pensionista que la alega para intentar colarse? ¿Cómo es que siendo la cocina una actividad tan minoritariamente masculina los mejores cocineros – o al menos los más famosos – son varones (y de paso, ¿por qué no se ponen el gorro un palmo más bajo pero de modo que les tape los pelos?) ¿Dónde se encuentra esa legendaria población euskara llamada Gasteiz? (al parecer muy cerca de Vitoria, pero nadie la ha visto nunca). En fin, ¿por qué las baldositas rojas de los vados siempre están rotas, los conductores aceleramos en lugar de frenar cuando se enciende la luz ámbar, los bolígrafos de publicidad no aguantan diez líneas y en los museos no dejan sacar fotos sin flash? Pero éste se lleva la palma: con los precios e ingresos que hay, ¿cómo se las apañan tantas familias para llegar a fin de mes? Ya sé que son mayormente bobadas, pero les invito a buscar respuestas