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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Educación para el desengaño

Hay que ver lo que los padres tenemos que hacer a veces por los hijos. La otra tarde mi hija (3º de ESO) me pidió que le preguntara el tema de Sociales del que se examinaba al día siguiente: la organización del Estado. La cosa iba de la división de poderes, legislativo, judicial y ejecutivo, y se lo sabía tan bien la criatura que cualquiera le chafaba el esfuerzo revelándole que todo era una filfa. Que, a través de los diputados de su partido, es el gobierno el que controla a un parlamento incapaz de controlarlo a él. Y que la tarta de los altos tribunales del Estado se la reparten los partidos colocando a jueces ideológicamente afines, de modo que la justicia no es ciega porque unos llevan gafas azules y otras rojas para ver las cosas y los casos del color con que los miran sus patrones políticos. Tenía un buen ejemplo en ese juez de la Audiencia Nacional, ex número 2 en las listas de un partido a cuyo gobierno ahora chantajea por haber pasado su policía de cepillarse terroristas a colaborar con ellos, cuyo nombre omitiré porque si ha pretendido emplumar a Franco o Pinochet qué no hará con un traumatólogo en activo. Lo mío me costó disimular la risa cuando la chiquilla, pobretica, me aseguraba con toda la seriedad de que es capaz que en la democracia gobiernan los que más votos obtienen de los ciudadanos en las elecciones. A ver qué guapo le emborronaba semejante trola de sus primorosos apuntes explicándole que el cumplimiento de ese principio elemental de la democracia sólo se garantiza obteniendo mayoría absoluta; y que, de no lograrse, los partidos perdedores pueden compincharse a voto pasado para repartirse el poder lanzando pedorretas al ganador, sus votantes mayoritarios y la mismísima democracia. Cómo iba a mancillar su candorosa credulidad en lo que había estudiado haciéndole ver que, aún siendo el más votado, para seguir en el machito un gobierno en minoría ha de comprar a precio de oro el apoyo de partidillos periféricos que sólo buscan su tajada en los presupuestos. O que ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autónomos no deciden en nombre de sus ciudadanos sino a las órdenes de sus partidos. Así que tuve que morderme los labios mientras la moceta recitaba su bien aprendida sarta de embustes y yo añoraba cuando también pensaba que los gobernantes valían, los jueces impartían justicia, los maestros instruían, los médicos curaban, los bancos daban dinero, los curas perdonaban los pecados, las noticias eran ciertas y los buenos acababan con los malos. Aquellos lejanos y felices días en los que tu padre no tenía ni idea y tú te lo creías todo aunque luego fuese mentira. Pero era tan hermoso…

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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