Aunque no puedan decir lo que piensan, ni los más acérrimos partidarios del ejecutivo o gobierno que está ejecutando a España podrán negar que la situación económica es pésima. A estas alturas de la crisis espero no incurrir ya en antipatriotismo o conspiración por verbalizar la evidencia de que, endeudada hasta las zejas y con más gastos que ingresos, la empresa más importante del país, el Estado, va camino de la quiebra. Y no hay que ser Nobel de Economía para saber que cuando en una empresa, institución o familia los gastos superan a los ingresos, si no se pueden aumentar estos no queda otra que reducir aquéllos para minimizar el déficit. Sin embargo, en una irresponsable huida de la crisis hacia delante, muchos ayuntamientos, diputaciones, autonomías y el Estado continúan gastando a manos llenas el dinero que no hay, por ejemplo manteniendo carísimas instituciones de dudosa utilidad. Una de las que menos dudas arrojan, el Senado, aprobó por rara unanimidad hace poco ocho medidas para reducir el déficit público y el gasto de las administraciones. Un bonito brindis a la galería si no fuera porque en la sala de plenos sesteaban tres y el de la guitarra y porque 34 senadores nacionalistas acaban de reclamar para la Cámara Alta un sistema de traducción simultánea cuyo elevado coste “no es relevante porque los derechos no se pueden cuantificar y tenemos derecho a dirigirnos al Senado en nuestra lengua”. Bien, pues dado que 1) el absentismo de los senadores resulta escandaloso, 2) diputados y senadores están sometidos a la disciplina de voto, 3) es práctica usual y admitida que los presentes voten por los ausentes, 4) los más torpes hasta se equivocan de votón y 5) todos hablan castellano, la primera medida de auténtica austeridad institucional si no fuera posible suprimir el Senado (que sería la derecha) sería reducir el número de senadores a 5, uno por partido o coalición con representación, cada uno con su potencial de votos (101 el del PP, 89 el del PSOE, 4 el de CiU, 2 el del PNV, etc.). Al final daría lo mismo pero mucho más barato. ¿Se imaginan la millonada que nos ahorraríamos aplicando idéntica reforma en el Congreso, los diecisiete parlamentos autonómicos, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos? Para la aprobación unánime a la que me he referido, por ejemplo, hubiera bastado un solo senador votando por los coleguis; cinco sueldos, cinco pensiones y una dieta en lugar de doscientas ocho. Y sin necesidad de pagarles traductores del vasco, catalán, gallego, bable o cerverano. Como si su señoría quiere dirigirse a sí mismo en suajili. Pollas.