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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Un anacronismo inmutable

Hoy 1 de abril es Jueves Santo, pero hace dos años cayó en 20 de marzo y el año que viene lo hará un mes más tarde, el 21 de abril. Como el calendario escolar español se agrupa en tres trimestres separados por la una festividad fija (la Navidad) y otra móvil (la Pascua de Resurrección), la duración de los dos últimos cambia cada año con diferencias de hasta cinco semanas, lo que obliga a reordenar agendas, programas de estudios y fechas de evaluación para adaptarse a la veleidosa celebración de una efeméride religiosa. La educación no es el único sector afectado por esta inconstancia: la hostelería, el turismo, la industria y la sociedad entera han de programar su actividad según caigan las minivacaciones de Semana Santa, y sorprende que un mundo tan moderno, desarrollado, tecnificado y complejo como el actual vea alterado su ritmo de funcionamiento por un acuerdo adoptado hace diecisiete siglos. Pues fue en el primer Concilio de Nicea donde los obispos convocados por el converso Constantino el Grande para condenar el arrianismo decidieron de paso establecer el “computus” o cálculo de la fecha de la Pascua el domingo siguiente al primer plenilunio posterior al equinoccio de la primavera boreal. Dado que dicho equinoccio (“noche igual”, día con las mismas horas de luz y tiniebla) ocurre hacia el 21 de marzo en el hemisferio norte, que es donde siempre se han tomado las decisiones mundiales, y que el mes lunar ronda los treinta días, el domingo de Pascua puede caer en fechas tan alejadas como las de 2008 y 2011. Con esta lunática decisión tomada en el año 325 por el primer concilio ecuménico de la historia se consiguieron varias cosas: que la Pascua cristiana se celebre siempre el mismo domingo y para todos, que nunca coincidiese con la judía, que en Semana Santa siempre haya luna llena y, quizás, que caiga cuando caiga el acueducto festivo más largo de año siempre lo acompañe el mal tiempo (¿la maldición de Arrio?). Lo que no podían saber los obispos de Nicea es que, según los expertos, una excesiva duración del segundo trimestre laboral y escolar como la del año que viene trastorna el funcionamiento de una sociedad compleja, acarrea un aumento de las jaquecas, el estrés y las depresiones entre la población y provoca una caída en la productividad tanto laboral como académica. Es un anacronismo que en el siglo XXI estas cosas sigan afectando a toda la sociedad civil como consecuencia de un acuerdo adoptado con un criterio astronómico por un sínodo convocado en el siglo IV por un emperador para zanjar una disputa cristológica. Pero si será inmutable que ni el hiperlaicista zetapeísmo dice de suprimirlo.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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