La esperpéntica escena del sujeto encaramado a una escalerilla de bricodepó para renombrar por su cuenta y riesgo de deslomadura una calle logroñesa con la pegatina de su invención da qué pensar varias cosas. La primera, que aunque tiene que haber gente para todo si a mí me resultase tan insoportable que una calle se llame “General Urrutia” (que ni sé quién fue ni me importa) me lo haría mirar por si acaso. La segunda, que si rebautizar calles por antojo resulta impune (no hay noticia de denuncia o sanción a Renombrator) les participo que la Avenida de Madrid, ciudad desde la que el Caudillo ejerció su despotismo, pasará en breve a denominarse “Richard Wagner strasse” y que sólo será el principio (para la Gran Vía dedicada al sucesor del dictador nombrado a dedo por éste dudo entre “Hector Berlioz” o “Franz Liszt”). Y por fin que, en mi opinión, eso de la Memoria Histórica es un despropósito que atenta contra la inteligencia histórica de los españoles. La cosa consiste en escudriñar por un canuto la historia de España centrando el agujero en la era franquista para borrar todo vestigio de su paso, pero cambiar letreros no elimina etapas históricas por nefastas que hayan sido, y hacerlo para “liquidar” una de ellas es tan pueril como arrancar del libro de historia el capítulo que nos gustaría que no hubiera sucedido. Renombrar calles, además, crea problemas ciudadanos donde no los había: ¿quién compensará, por ejemplo, a los numerosos vecinos y comerciantes de la calle dedicada al golpista y ministro franquista Jorge Vigón por las molestias y gastos que les acarreará su rebautizo por decreto? Si no quieren dejar ni rastro de la oprobiosa empiecen desmantelando la Seguridad Social, pues el sistema de asistencia sanitaria pública y pensiones que disfrutamos (ya lo querría Mr. Obama para su país) fue obra del régimen de Franco. O la RENFE. O RTVE (¿sabrá el revanchismo nominoclasta que Radio Nacional era la del bando rebelde?). También habría que desecar, supongo, los embalses que aliviaron el secarral hispano, volar el Valle de los Caídos a lo talibán, cerrar los Paradores de Turismo, etc. La historia de cualquier nación incluye páginas negras que debe asumir, aunque sin olvidar para aprender, pero aquí se está dando ese condenado empeño en no pasarlas que tantas veces ha sido el primer paso para repetirlas. Y esto debería preocuparnos más que los detritus históricos del espadón que ganó la última guerra civil española, un siglo después de ganar la suya aquel ilustre Duque de la Victoria (de unos españoles sobre otros) por el que esta ciudad, cuna de la Duquesa, se siente tan orgullosa. Tiempo a la historia.