Además de un eficaz sistema de comunicación entre personas, un idioma es un tesoro. Respecto al castellano, la Real Academia Española es la institución que “fija, limpia y da esplendor” a esta joya de nuestro patrimonio cultural, velando por su “precisión, elegancia y pureza” a través de los textos fundamentales de la lengua oral y escrita: el Diccionario, la Gramática y la Ortografía. Pero, una vez establecidas las normas de correcto uso del español, 46 académicos no pueden vigilar que millones de usuarios las respetemos, así que cuidar nuestro valioso tesoro léxico es responsabilidad de todos. No se puede pretender que el lenguaje escrito pero sobre todo el oral, más espontáneo y menos reflexivo, sea un continuo ejercicio literario al servicio de un fin estético antes que práctico. Tampoco se precisa un elevado nivel cultural o literario para expresarse con claridad y precisión, igual que se puede vestir bien con ropa sencilla y desde luego limpia. Pero sí podemos y debemos evitar esos perniciosos vicios de estilo que tanto afean una exposición, declaración o información. El catálogo es extenso: cacofonías, coletilllas, gerundismo, redundancias, pedanterías, circunloquios… Pero de los que más embarran la claridad expresiva son los que atentan contra la concisión, entre los que destacan las expresiones de relleno. Se trata de simples añadidos sin contenido semántico ni sintáctico que nada aportan y mucho recargan la frase, como “simple y llanamente”, “particular y personalmente”, “la verdad es que”, “evidentemente”, “como quiera que”, “indudablemente”, “de alguna manera”, etc. Pero hay una, de aparición relativamente reciente aunque su empleo se está generalizando tanto en el discurso público como en el coloquio privado, por la que servidor siente una especial aversión. Me refiero a la expresión “lo que es”, supuestamente utilizada para describir o definir algo, pero tan inútil y prescindible que sólo sirve para entorpecer la comprensión de lo que se intenta explicar. Obsérvese cómo si en las frases “se rompió (lo que es) el motor”, “revisar (lo que son) las instalaciones”, “valorar (todo lo que han sido) las jornadas”, o “planificar (todo lo que van a ser) las actividades del próximo curso” suprimimos lo encerrado entre paréntesis, no sólo no pierden sentido sino que, asombrosamente, se entienden antes y mejor. Qué duda cabe de que una correcta utilización del propio idioma habrá de redundar de una manera extraordinariamente positiva en todo lo que son las relaciones y clarificará tremendamente la necesaria comunicación entre los ciudadanos y ciudadanas de este país (traducción: hablando claro nos entenderemos mejor). Lean libros.