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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Copago y salud

Aunque no esté admitida por la Real Academia, la palabra “copago” se está utilizando mucho en estos tiempos de crisis, recortes y ajustes. Otros diccionarios la definen como “Pago realizado junto con otro u otros”. Pero en castellano ya teníamos una castiza expresión para el desembolso colectivo: “pagar a escote”, algo que no encaja en nuestra quijotesca idiosincrasia. Los extranjeros no entienden nuestras peleas ante la barra por abonar la consumición de todos, pues en sus países no existe la costumbre de convidar espontáneamente y todos apoquinan lo suyo, salvo invitación expresa. Pero aquí, a excepción de los agarrados congénitos que nunca hacen ademán de pagar (o pretenden hacerlo fingiendo no enterarse de que alguien se le ha adelantado), nuestra racial generosidad nos impulsa a invitar invocando razones de antelación (“yo estaba antes”), hospitalidad (“aquí los de fuera no pagan”) o resignación (“con no pagar no saldré de pobre”) y reservamos el mezquino prorrateo para los íntimos. Bueno, pues en el horizonte del Estado del Bienestar, sector Sanidad gratuita y universal, reaparece el nubarrón del copago como freno al consumo sanitario, que amenaza tormenta pero nunca descarga, y la vieja polémica arrecia. Los defensores de la impopular medida advierten de que el actual sistema “todo incluido” es insostenible, mientras sus detractores alegan que el “tique moderador” es otro impuesto más que soportarían los ciudadanos, para más inri los enfermos, reales o imaginarios. Lo indiscutible es que el crecimiento exponencial del gasto sanitario es clave en el déficit público que está asfixiando al país; que buena parte del dispendio se debe al mal uso de los recursos por muchos gestores, profesionales y abusuarios; y que, ante la gravedad de una situación que exige medidas urgentes y en ausencia de educación sanitaria y buena gestión (siempre reñida con la política y no digamos con la demagogia), tarde o temprano se acabará recurriendo a la tasa, aunque acaben copagando justos por hiperfrecuentadores. Pero el copago sanitario no sólo ha existido siempre (abono del 40% en las recetas verdes) sino que está científicamente demostrado que quienes lo soportan gozan de mejor salud. Ejemplo: el consumo de medicamentos por los pensionistas de MUFACE, que continúan costeando de por vida un porcentaje de sus recetas, es un 30% inferior al de los jubilados del régimen general de la Seguridad Social, que no pagan un céntimo por las recetas rojas. Aunque, para salud de hierro, la de los autónomos. Su rara incapacidad laboral y su capacidad de recuperación en comparación con los asalariados nunca dejarán de asombrarme. Y se pagan hasta la Seguridad Social.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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