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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

San Millán, Zona Cero

El 15 de junio de 1948, en un solar alejado al este de Logroño, se colocó la primera piedra del edificio levantado por la Caja Nacional del Seguro de Enfermedad del Instituto Nacional de Previsión, destinado a Residencia Sanitaria del Seguro Obligatorio de Enfermedad. Cuatro años después iniciaba su actividad la ‘institución cerrada’ que en 1954 sería inaugurada por el general Franco con el nombre de ‘Antonio Coello Cuadrado’. Tras numerosas ampliaciones y reformas, en 2007 los servicios se trasladaron al nuevo Hospital San Pedro y la vieja Residencia (‘Hospital San Millán’ desde 1985) se convirtió en un edificio fantasma hasta su demolición el año pasado. La visión del solar arrasado habrá causado impresión en los ciudadanos, acostumbrados a la silueta rojigrisácea de todo un icono urbano, pero el impacto ha sido mayor sin duda para quienes ‘la Resi’ fue nuestro centro de trabajo durante muchos años. El caso es que, además del CARPA ya en servicio, se han proyectado otros edificios relacionados con el ramo (Consejería de Salud, Escuela de Enfermería, atención y coordinación de urgencias y catástrofes, atención al usuario, etc), actualmente paralizados por la mala colaboración entre administraciones que tristemente caracteriza a la cohabitación política en este país.
Pues bien, antes de que el tema se desbloquee y las máquinas irrumpan en la explanada, quisiera lanzar una idea, a quien corresponda. Éste no es un solar cualquiera. El edificio que la ocupó durante seis décadas fue el hospital de referencia de La Rioja y entre las nuevas instalaciones debería permanecer algún recuerdo del venerable edificio donde tantos riojanos vimos nacer a nuestros hijos y morir a nuestros padres y en el que tantos profesionales nos esforzamos en dar lo mejor que un ser humano puede procurar a otro: el alivio de sus dolencias. Y si «curar es propio de dioses», esta Zona Cero no debe contemplarse sólo como una parcela urbanizable, pues su pasado inmediato lo convierte en un lugar muy especial, casi sagrado y, como tal, improfanable. Aunque la utilidad pública de los nuevos edificios salvaguarde en parte ese debido respeto, seguro que en algún rincón cabrá un pequeño monumento erigido en memoria de tanta entrega, tanto desvelo, tantas lágrimas de dolor o alegría y tanto cuidado para tanto padecimiento. No pido gravar el proyecto con un gasto más: un recuerdo así debería costearse por suscripción popular. Hay crisis pero somos muchos lo que le debemos mucho a la extinta Residencia, y tocaríamos a poco. Si alguien recoge la iniciativa para llevarla a la práctica, cuente con mi donativo para legar a esta ciudad sana memoria de su historia más reciente, emotiva y cercana.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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