Todos los idiomas ofrecen idéntica expresión como saludo mañanero: buen día, bom dia, bonjour, guten tag, buon giorno, bon dia, good morning, etc. Sólo es una fórmula de cortesía, pero necesaria para mantener un nivel mínimo de educación en la difícil convivencia de una sociedad que no ve con buenos ojos al individuo tan intratable que ni da los buenos días. Luego resulta que rara vez se cumplirá el buen deseo, pues casi todos los días de casi todo el mundo son una sucesión de afanes, penalidades, contratiempos, agobios, enojos, molestias y desazones que sólo el cotidiano ensayo de la muerte que es el sueño aplazará hasta el siguiente «buen día». Con los años, además, el nivel de nuestras expectativas desciende hasta mínimos insospechados cuando creíamos que el nuevo día nos traería algo más que menos vida. Así, a cierta edad, un buen día comienza con una buena noche cuando la vejiga te echa de la cama menos de tres veces y no te levantas con jaqueca. La buena estrella continúa en la cocina, si no te sajas un pulpejo rebanando el pan o te quemas con la tostadora, y en el baño después si la ducha se calienta antes de cinco minutos y no te metes un tajo afeitándote por culpa del maldito vaho que empaña tus gafas de discapacitado. Un día, en fin, sólo será bueno si logras obrar antes de salir de casa, único destello de felicidad de tantas grises jornadas. Ya camino del trabajo, la cosa pintará bien si no acaba lloviéndote a mitad de camino aunque no tenía pinta, si vas andando, o si consigues aparcar y a tiempo tras salir indemne de las rotondas. Y una jornada laboral capitán general no será la que te proporcione reconocimiento en general o alguna satisfacción en particular; contento si transcurre libre de pelmadas, impertinencias o disgustos, y no digamos de reclamación, demanda o agresión, verbal siquiera. De vuelta al hogar, el día será de los buenos-buenos si no te espera en el buzón algún recadito de Tráfico, Hacienda o el Ayuntamiento, si la factura del gas, la luz o los móviles no se ha disparado, no te sobresaltan los padres con otro achaque o los hijos con otro suspenso, no se ha detectado una nueva avería en la casa que deberás reparar el sábado por la mañana y los vecinos no dan señales de coñazo. Si además aún queda en el frigo una cerveza -y no te riñen por no reponerla-, no te ha dolido nada nuevo, el gobierno no ha tomado ninguna decisión y nadie telefonea mientras dormitas en el sofá, el día habrá sido inmejorable. Porque, si una vez acostado ocurriese algo distinto de subírsete la bola, estaríamos hablando de un día milagroso, y tampoco hay que pasarse.
Amigos lectores, que el inminente 2011 os depare muchos y muy buenos días. Ya nos entendemos.