De las dos etapas de gobierno pesoísta acontecidas en España en los últimos 30 años, la primera terminó mal y la segunda acabará peor. La que lideró el carismático González tuvo cosas buenas, como la consolidación de la democracia, la plena incorporación a Europa y la modernización de un país plenamente desarrollado. Pero la mala gestión, el terrorismo de Estado y la corrupción acabaron con la hegemonía socialista nacional, aunque continuaría en sus atrasados feudos sureños. Tras el paréntesis de gobierno popular, trágicamente cerrado por una carnicería terrorista no aclarada, la etapa dirigida por el incapaz Zapatero está siendo nefasta y no sólo para la nación sino para su propio partido, castigado con dureza en las últimas elecciones y eso que no eran generales. Bueno, pues ahora que el PSOE se encuentra poco menos que en su año cero; cuando quizá precise no ya una renovación sino una refundación, necesitado como nunca de nuevas caras, ideas y proyectos, he aquí que su apuesta de futuro, su gran esperanza, su candidato único, resulta ser un personaje protagonista de su peor pasado. Dicen que Pérez Rubalcaba es capaz, inteligente, astuto y hasta brillante pero también siniestro, retorcido, perverso y hasta malvado. Lo cierto es que este químico ha sido pieza clave en ambas etapas de gobierno socialista, una especie de señor Y* eslabonado entre el X y el Z. Pero su habilidad para la supervivencia política no sólo le ha evitado achicharrarse como sus jefes sino que se dispone a sucederlos como si él no hubiera sido vicerresponsable de los graves errores cometidos por su partido en el poder. Pues, para empezar, en cualquier país regido de verdad por un Estado de derecho, el ex ministro de la Presidencia y portavoz de un gobierno que combatió ilegalmente el terrorismo con sus mismas armas –negándolo en cada rueda de prensa a pesar de que “los españoles se merecen un gobierno que no les mienta”- estaría inhabilitado políticamente de por vida, cuando no procesado. Y para terminar, en ningún país auténticamente democrático es concebible aprovechar una tragedia como la del 11-M para sacar tajada electoral azuzando a la indignación popular contra las sedes del partido gobernante en la jornada de reflexión (¿pueden imaginar en el 11-S al Partido Demócrata acosando las sedes del Republicano y llamando a Bush “asesino” en lugar de formar la patriótica piña que el país entero formó en torno a su líder, a su bandera y, sobre todo, al dolor de sus muertos, frente a los auténticos enemigos?). Si todo lo que el PSOE puede proponer para sacarnos del hoyo es a Mefistófeles, estamos condenados.
*Símbolo del itrio, elemento químico de transición.