No me digan que las relaciones humanas son un misterio. ¿Por qué una persona nos cae fenomenal o nos parece antipática nada más presentárnosla? ¿Cómo es posible que ese amigo nuestro tan buena gente se haya emparejado con semejante bruja, o esa mujer tan estupenda con aquél tipo tan borde? ¿Cuál es la explicación de que personas con caracteres tan distintos se lleven tan bien? ¿Qué nos atrae de un mismo individuo que repele a otros, y viceversa? ¿Por qué si en la soledad de la montaña nos tropezamos con otro intercambiamos un saludo pero ni nos miramos si el cruce se produce en una acera tan desierta? ¿No es un enigma que, siendo la sangre el lazo más fuertes que nos une los humanos, acabemos compartiendo la vida con quien no es ni primo tercero nuestro? Puede que las respuestas a estas cuestiones residan en algo tan biológico como esa desconocida química cuyas reacciones en la llamada inteligencia emocional desencadenan los afectos, indiferencias y aversiones. Dicen que el sentimiento humano más sublime es el amor, pero seguramente la relación humana más admirable es la amistad. Libre de pulsión sexual, exenta de interés y desprovista de egoísmo, la amistad es un afecto tan desprendido, noble y puro que en la vida, a pesar de las redes sociales, es difícil tener más de dos o tres auténticos amigos y muchos no tienen ninguno: “¿Queréis contar a vuestros amigos? Caed en el infortunio”, sentenció Napoleón. Otros grandes personajes reflexionaron sobre el tema: “Vivir sin amigos no es vivir” (Cicerón). “Extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír la respuesta” (Cunningham). “El amigo ha de ser como la sangre, que acude a la herida sin esperar a que la llamen” (Quevedo). “Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, hacerlo con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima” (Wilde). “Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene” (Gracián). “Soy feliz en mis amigos” (Shakespeare). “El silencio es el único amigo que jamás traiciona” (Confucio)… Se ha dicho que el verdadero amigo detesta a las mismas personas que tú, a pesar de saberlo todo sobre ti sigue siéndolo, en la prosperidad acude si lo llamas y en la adversidad sin hacerlo, socorre, no compadece, llega cuando todos se han ido…
Particularmente, en tiempos definí al amigo como la persona a la que puedes despertar por la noche para que te preste dinero sabiendo que será lo primero que haga cuando se levante; pero, con el tiempo, mi concepto de la amistad se ha vuelto aún más exigente: un amigo es quien acude a la presentación de tu libro. Si encima lo compra, la amistad es de primera. Y si además se lo lee, la cosa alcanza ya la suprema categoría de fraternal.