La grave crisis económico-socio-laboral que afecta a Europa, sobre todo a los llamados países PIGS (Portugal, Irlanda/Italia, Grecia, Spain), está causando estragos en todas las economías, institucionales, empresariales y familiares. Pero, no hay mal que por bien no venga, también está introduciendo –bien que a esa fuerza con la que ahorcan- cambios positivos en la mentalidad de los gobernantes y en los hábitos de la gestión de la cosa pública impensables hace un par de años, como el abandono de políticas proclives al endeudamiento, la ineficiencia y el derroche. Parecería cómico si no fuera patético el giro copernicano operado en el tradicional discurso político, desde el irresponsable “yo gasto más” al más resignado que convencido “pues yo menos”. Hasta ayer se competía por dilapidar y hoy se presume de ahorrar. Luego resulta que muchas supuestas rebajas del “techo de gasto público” (el eufemismo de moda) son ficticias: la “supresión” del Ministerio de Igualdad, por ejemplo, consistió en incluir su estructura íntegra en el de Sanidad, sin reducir ni un céntimo su presupuesto; incluso costó más porque, gastos del cambio de marca aparte, la presunta rebajada a Secretaria de Estado cobraba más que antes por la pensión de ex ministra y no desapareció ni un sólo funcionario. Estas operaciones cosméticas se han generalizado en todas las administraciones después de las elecciones, de modo que el ahorro en chocolate para el loro promete ser aschonómico. Al iniciar su quinto mandato (que ya es mandar), el presidente riojano exhortó a su encogido gobierno a “hacer más con menos”. Loable propósito, ya que una teórica escala elemental de la productividad contempla las siguientes categorías de hacer, en orden creciente: menos con más, menos con lo mismo, menos con menos, lo mismo con lo mismo, más con lo mismo y, por fin, ese superexigente objetivo fijado para la nueva legislatura. Inalcanzable, entre otras cosas, porque se dirige a miles de empleados públicos inmersos en la cultura del “me engañarán en el sueldo pero no en el trabajo” a los que, presumiblemente, se les va a seguir rebajando el salario para aliviar el déficit como Europa manda. Y convencer a cualquiera pero sobre todo a quien ocupa una plaza en propiedad de que trabaje más cobrando menos no parece una tarea fácil. A ver, obtener el máximo rendimiento con los mínimos recursos sin merma de calidad es la piedra filosofal de la gestión. Pero entre este utópico ideal y la menor productividad a pesar de la hipertrofia de medios se sitúa un virtuoso hacer más y mejor los mismos con lo mismo sin pedir más o incluso por algo menos, posiblemente la única posibilidad de salir del hoyo que tenemos. Claro que esto supondría jubilar a los sindicatos. Qué le vamos a hacer.