Europa era como un transatlántico insumergible y lujoso, surcando orgullosamente las tranquilas aguas del siglo XXI rumbo al puerto de la unión política y económica. Bajo la misma ficticia enseña de estrellas doradas sobre fondo azul (sería más acertada una almazuela de veintisiete banderitas multicolores, mal hilvanadas), los pasajeros viajan en camarotes de tres categorías; en Primera se acomodan los ricos del Norte: Alemania, Francia, Gran Bretaña, Austria, Escandinavia, Benelux; en Segunda se alojan las clases mediterráneas del Sur: Portugal, España, Italia, Grecia; y en Tercera se hacinan los parias del Este: países bálticos, balcánicos y cascotes del ex Imperio Austrohúngaro. Hasta que el paquebote se adentra en el proceloso Mar de la Crisis y los escollos agrietan el casco abriendo vías de agua que la tripulación apenas consigue achicar. Sorprendentemente, los boquetes que amenazan con hundir el barco no se producen en los modestos alojamientos de los doce o trece pobres, sino en los de los cuatro o cinco que, sin ser los pudientes, están más dotados y mejor decorados, el más grande de los cuales está ocupado por España, ex décima potencia mundial venida a menos.
Parece mentira que los mayores problemas de la Unión Europea no sean las economías de Bulgaria, Rumanía, Letonia o Eslovaquia, sino las de Irlanda, Portugal, Italia o España. Lo nuestro quizá se explique porque somos más que entre doce países juntos y todos hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades, con lo que el agujero es mucho mayor. Estridentes alarmas suenan en el navío tocado y los de Primera -que son los que lo gobiernan- amenazan a los de Segunda con abandonarlos a la deriva si no hacen algo para evitar el naufragio de todos. Y así, por ejemplos, Irlanda va a subir el IVA hasta el 23% ya vigente en un Portugal que reducirá a la mitad el subsidio de desempleo, en Italia van a cobrar 25 euros por acudir a Urgencias, Grecia va a despedir a la tercera parte de sus funcionarios… Mientras, en esta España de las Autovías y la Sanidad Sin Fronteras Gratis, 5 millones de parados, 17 Administraciones más la central y un Ejército en Afganistán (por cierto: aquellos del “no a la guerra” saben esconderse mejor que los talibanes), esta España de moscoso y subvención, impago y despilfarro, fraude y picardía, devota de Nadal y de la Roja, donde ya se percibe más que se cotiza, nadie quiere darse cuenta de que el Estado del Biengastar ha crujido y que la quiebra es tan grave que o PP y PSOE dejan de comportarse como niños de barrio peleándose por el balón y se apresuran a estipular un Pacto por la Recuperación de España, si no a integrar un Gobierno de Salvación Nacional, o nos iremos a pique. En el bote salvavidas, por supuesto.