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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Pesadillas

Es aterrador. Espantoso. Chemendo. No sé cuántos días más podré soportarlo. Desde el otoño del 75, cuando mi reclusión en el CIR de Gamarra coincidió con la interminable agonía de Franco y el cabo del miedo nos amenazaba a los reclutas con que cuando palmara nos sacarían en tanques por Vitoria, no recordaba noches tan largas y agitadas por horribles pesadillas (¿no es extraño que el muerto cerebral ZP haya decidido desconectarse de la maquinaria del poder el mismo 20-N en que desenchufaron al Caudillo?). Incluso tras una jornada de trabajo agotadora temo en vez de anhelar el momento de acostarme. Porque el sueño me vence en cuestión de segundos pero entonces la pantalla del subconsciente ubicada en la lóbrega subárea cerebral del acojono se retroilumina y da comienzo la pavorosa función de visiones apocalípticas y terroríficas alucinaciones que acaban despertándome entre los únicos jadeos y sudores que a cierta edad pueden darte ya en una cama. Entonces me entran ganas de levantarme en medio de la noche cerrada y mantenerme vigilante, pero la inminencia de una nueva dura jornada, escondida entre las brumas del alba que ya despunta, me obliga a encamarme de nuevo. Y es en esa segunda dormida, ligera y entrecortada, cuando me atacan los peores sueños, o quizá los que más recuerdo al despertar. Caídas libres por tenebrosos precipicios sin fin, angustiosos gateos por conductos que se van estrechando hasta atraparte, planeos sobre un océano negro y espantosamente silencioso bajo un cielo sin luna y estrellas, lentos ahogamientos en turbias aguas, parálisis que impiden huir de un peligro que no ves, paseos en culos por el centro de la ciudad, invitaciones a bodas, pacientes que no saben por dónde empezar, siniestras misivas de la Agencia Tributaria, Rubalcaba sonriéndome… Pero lo peor sucede cuando, ya duchado, afeitado y los mejores días obrado, me siento a desayunar junto al manantial de malas nuevas, portavoz de infortunios y heraldo de la tragedias. Son las siete y, desde hace semanas, todas las emisoras abren sus informativos aireando el nefando origen de mis pesadillas. Por un instante dudo y a punto estoy de no encender el maldito transistor, tratando ilusamente de evitar otra dosis de la pésima noticia nuestra de cada día generadora de mis terrores nocturnos. En vano. Un hombre ha de enfrentarse cada mañana a la dura realidad del mundo en el que se dispone a aventurarse un día más. Así que giro la ruedita y al punto, sea la emisora que sea, me entero sin remedio de la catastrófica puntuación otorgada el día anterior a nuestra puñetera prima de riesgo. Hace poco no sabíamos ni lo que era y hasta ayer mismo era nuestra peor pesadilla. Pero ha estallado Londres.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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