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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Las ratas más sanas del mundo

La sempiterna disputa política se ha enriquecido con la incorporación a las aljabas partidistas de una nueva flecha con la punta envenenada: la deuda boticaria. Como las Comunidades Autónomas están a dos velas y una de las facturas más abultadas que no pueden pagar es la de los fármacos prescritos por los médicos y dispensados por las farmacias para el consumo de la sociedad más medicada de Europa, dicho impago es la nueva arma arrojadiza de unos partidos ya metidos en faena preelectoral. En el caso de la Castilla manchega, la púa de su gobierno regional a los boticarios le ha estallado en las manos a Cospedal nada más tomar posesión de su carga. Y, siendo cierto que es una herencia del gobierno anterior, la nueva figura del recorte se equivoca acusándolo de un derroche causante del problema, porque, las cosas como son: ningún gobernante receta, ni tiene la culpa de que éste sea un país de pastilleros como posiblemente ningún otro del planeta. Reflexionen sobre estos datos:
– Los médicos de la sanidad pública extienden más de 1000 millones de recetas cada año, 21 recetas por habitante y año, con un coste de 12.500 millones de euros, sin contar las prescripciones del sector privado ni la compra de fármacos sin receta. El 70% de las recetas (75% del gasto) son de pensionistas, o sea gratis total.
– Esto convierte a la muy enferma España es el segundo país del mundo en consumo de fármacos tras los EEUU, triplicando casi la media europea en oficinas de farmacia por habitante (1/2.200 frente a 1/5.600).
– Hasta un 70% de esos millones de kilos de medicamentos prescritos anualmente acaban en vertederos a través de la basura o directamente en el retrete, creando de paso un problema medioambiental. Casi la mitad de estos fármacos desperdiciados no están caducados y muchos se tiran sin desprecintar siquiera.
– Un 20% de los 27 millones (¡!) de urgencias atendidas cada año en nuestros hospitales se deben al consumo de fármacos.
El modo más eficaz de atajar esta locura farmacopólica no puede consistir sólo en consumir genéricos sino, sobre todo, en racionalizar los hábitos prescriptores con criterios de gestión y evidencia clínicas, educar y concienciar a los consumidores de medicamentos y exigir a la industria farmacéutica que deje de trabajarse a los médicos, a las sociedades científicas y a la mismísima OMS para que no nos conviertan a todos en enfermos pluripatológicos condenados a medicaciones vitalicias rebajando arbitrariamente los límites de la “normalidad”. Mientras, con tanta estatina, tanto antihipertensivo, tanto analgésico, tanto ansiolítico y tanto gastroprotector impregnando los muladares y circulando por las cloacas, la rata española estará de primera. Digo yo.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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