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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Chapuzas de izquierdas

Si ha tenido la desdicha de viajar últimamente por alguna de las seis autovías radiales utilizadas por los madrileños para huir los fines de semana, habrá comprobado que se encuentran en estado de obra total. La envergadura de los trabajos es tal que, más que mejorando, prácticamente se están rehaciendo por completo estas vías presuntamente rápidas, con las consiguientes molestias para millones de usuarios. Y para delicia de los modernos salteadores de caminos con cuyos radares, hoy como en tiempos de “El Tempranillo”, se forran con esos bruscos cambios-trampa de reducción de la velocidad o esa Sierra Morena limitada a ¡50! en todo el desfiladero de Despeñaperros.
Los lodos de estas obras proceden de aquellos polvos felipesoístas de los años 80, cuando el gobierno soltó aquella solemne majadería de que las autopistas (proyectadas por UCD) eran “de derechas” y resultaba “más democrático y menos caro” desdoblar las carreteras existentes, es decir, duplicar errores históricos. Las autovías de primera generación resultantes consistieron en pegar a la antigua carretera otra igual de mal trazada y plagada de badenes, curvas peligrosas y travesías que obligaron a circunvalar numerosas poblaciones y construir vías de servicio adicionales que incrementaron el gasto y el impacto ambiental. Los bruscos cambios de geometría de las viejas calzadas, convertidas en vías rápidas, convirtieron a las muy izquierdistas autovías en peligrosas cutreautopistas sin alternativa en muchos tramos para la circulación de vehículos agrícolas (o la venta de sandías y melones junto al arcén), mucho menos seguras y más caras (las expropiaciones fueron más costosas al ceñirse a núcleos urbanos y ahora hay que gastarse un pastón en “arreglarlas”) que las autopistas de verdad o que las modernas autovías, al fin bien proyectadas tras aprender que no hay carreteras de derechas o izquierdas sino bien o mal construidas. Los numerosos “puntos negros” que persisten en las viejas autovías, por cierto, se llaman ahora eufemísticamente “tramos de concentración de accidentes”, como si los automovilistas mostrásemos una obstinada predilección por pegárnosla en determinados hectómetros de la calzada caprichosamente escogidos, cuando es su deficiente diseño el causante de la mayor incidencia de siniestros.
El caso de las autovías por desdoblamiento ejemplifica las pésimas consecuencias que pueden deparar a todo un país decisiones políticas tomadas con improvisación, sectarismo, demagogia y desoyendo a los técnicos. Sin que chapuzas tan colosales y costosas para los contribuyentes, además, generen responsabilidades políticas e incluso penales, no sé si individuales o corporativas. Pero ya va siendo hora de que pague quien la cague.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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