M.F.G. tal vez nació mentalmente sano, pero cierta Nochebuena su padre los abandonó y el nuevo hombre de la casa abusó sexualmente de él todos los días de los diez años que convivió con su madre y ante su vista gorda. Adulto, desarrolló una sexualidad patológica: sólo le gustaban los niños y aprovechó su condición de entrenador de futbito para meterles mano a los chavales en el vestuario hasta que un defensa se atrevió a contarlo y se armó la de Dios. Juzgado y encarcelado, los padres del casi centenar de afectados por secuelas psíquicas recogen firmas para que los pederastas como él se pudran en la cárcel.
Como su padre, A.S.D. siempre fue un tipo violento. De chaval cascaba en el recreo, se pasó media mili en el calabozo por romperle la nariz a un cabo primero y en ninguno de los tres bares del pueblo querían ni verlo a pesar de ser su mejor cliente, porque no sabía beber y casi todos los sábados se liaba a mamporros con algún parroquiano. De casado resultó tan enfermizamente posesivo y celoso que cuando le chivaron que su mujer se entendía con el cartero y ella, harta de sus palizas, no lo negó y además le soltó que se largaba con él, agarró el cuchillo jamonero y con la vista nublada se lo clavó en el pecho izquierdo con tal acierto que la desdichada no llegó al portal. Juzgado y encarcelado, los movimientos feministas claman porque los machistas violentos de género como él no vuelvan a pisar la calle.
A J.L.R.P. le gustaba mucho el dinero, pero su origen humilde y sus escasas oportunidades de hacer fortuna en la vida lo arrastraron a buscarlo por medios ilícitos. Al principio fue tirando con pequeños robos, estafas y extorsiones pero así nunca conseguiría el pazo y el yate de sus sueños, de modo que se introdujo en el mundo de la droga y en dos años de próspero negocio cientos de jóvenes habían destrozado sus vidas y las de sus familias con la heroína que acabaría enriqueciéndolo. Juzgado y encarcelado, los padres de sus víctimas luchan para que los capos de la droga cumplan cadena perpetua.
I.Z.G. y M.A.L. son una pareja de terroristas particularmente sanguinarios, juzgados y encarcelados, él por pegarle un tiro en la nuca a un concejal que llevaba de la mano a su hija al colegio, y ella por bombardear una casa cuartel con “ataúdes blancos” como objetivo estratégico. El día que esta magnánima sociedad a la que tanto dañaron sepa ser generosa con ellos si aseguran arrepentirse y prometen ser buenos una vez soltados, la luz de la esperanza prenderá en las lóbregas celdas de M.F.G., A.S.D., J.L.R.P. y demás criminales reclusos, aliviados por la convicción, extrañamente compartida por verdugos, víctimas y ciudadanos en general, de que en este país no hay Justicia.