A estas alturas, huelga recordar que “la interrupción colectiva de la actividad laboral por parte de los trabajadores con el fin de reivindicar ciertas condiciones o manifestar una protesta” es el único derecho constitucional español carente de una ley orgánica que lo desarrolle, lo que posibilita el asilvestramiento sindical.

Huelga apreciar que los sindicatos de izquierda tardaron siete años en montarle una huelga general al gobierno socialista de Rodríguez pero ni los cien días de gracia al popular de Rajoy.

Huelga señalar, pues, que como en toda huelga general, el móvil de ésta es político (ejercer en la calle una oposición política imposible en las instituciones) y que en este país es ilegal la huelga “cuando se inicie o sostenga por motivos políticos” (RD 17/1977).

Huelga decir que el decreto ley de reforma laboral del gobierno ha sido convalidado por una amplia mayoría de diputados en el Congreso, lo que le proporciona indiscutible legitimidad democrática. Y que, de no haberse promovido dicha reforma, los sindicatos se la organizarían a este “gobierno de la derecha” por cualquier otro pretexto antes de fin de año.

Huelga admitir que las duras medidas tomadas se deben en buena parte a la pésima gestión de los que ahora protestan por intentar salvar la vida a un moribundo después de no mover un dedo para tratar su grave enfermedad, e incluso de haberla empeorado irresponsablemente. Y en otra buena parte a las innegociables exigencias de Europa si queremos seguir perteneciendo al club.

Huelga asegurar que los sindicatos y los partidos políticos que se esconden tras sus pancartas saben perfectamente que el gobierno no puede echar marcha atrás porque no nos queda otra.

Huelga presentir que hoy muchos trabajadores no podrán ejercer su derecho a no secundar la huelga porque se lo impedirán los piquetes coactivos de la mafia sindical, y que muchos servicios mínimos no se respetarán.

Huelga deplorar el que un país absolutamente paralizado por la inacción de toda su población activa sea la apoteosis soñada por una casta sindical subvencionada con las rentas del trabajo de los contribuyentes.

Huelga indicar que, camino de los 6 millones de parados, 6, montar una orgía de paro en una sociedad enferma de desempleo ya no es que sea inoportuno, irresponsable o desafortunado. Es simplemente de mal gusto.

Huelga advertir de que esta huelga será inútil e ineficaz porque no beneficiará a nada ni a nadie, ni servirá para otra cosa que empobrecer más a una sociedad depauperada.

Huelga aclarar que hoy, como todos los días afortunadamente, pienso contribuir a sacar al país del hoyo del único modo posible: trabajando duro.

Y huelga, en fin, lamentar que indudablemente hoy será un mal día para España.