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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Inquisidores

En estos tiempos en los que como “nada es verdad, todo está permitido” (Nietzsche), y entre otros síntomas de pudrimiento social, asistimos a una perversión semántica en virtud de la cual puedes coger una palabra, darle la vuelta como un jersey o un calcetín y utilizarla del revés o, literalmente, como te salga de las vergüenzas si la prenda revirada fuese la más íntima. No importa que la etiqueta, las costuras o indicios más desagradables evidencien la inversión. Ya sé que esta palabra significa blanco, pero la utilizo como negro porque me da la gana, ¿qué pasa?

El ejemplo más sangrante es el repugnante uso que los terroristas etarras y su plancton abertzale hacen de la palabra “fascista”. Si en Europa persiste una organización fascista de libro no es otra que ETA y su entorno, pero han sido justamente ellos quienes han trocado su cabal definición en insulto expresado por medio de pasquines, comunicados, artículos y pintadas contra los demócratas y, en el colmo de un cinismo quizá psicopático, contra sus propias víctimas.

Sin alcanzar tal extremo, el uso indebido aunque no inocente de otros términos se está consolidando en la opinión pública y, de modo más preocupante, en la publicada. Uno de ellos es el de “inquisidor” para descalificar a quienes osan denunciar costumbres de reconocida malignidad o disentir sin más de la aplastante mayoría. Así, durante la entrada en vigor de la ley antitabaco se nos tildó de inquisidores a quienes aplaudimos medidas protectoras del no fumador frente a unos malos humos que, además de molestos, son cancerígenos sin discusión. Cuando la prohibición de las corridas en Cataluña, los opositores a la tortura hasta la muerte de animales como espectáculo recibimos el mismo calificativo. Y en estos días de gloria rojigualda, a los raros que nos negamos a participar de tanta exaltación, tanto orgullo nacional con pies de barro y tanto culto al moderno grial de la UEFA también nos han llamado inquisidores. Lo cual demuestra, como poco, ignorancia copernicana. Porque precisamente la Inquisición fue creada por intolerantes defensores de su ortodoxia hegemónica para reprimir a las minorías disidentes que osaban elegir (que eso significa herejía, elección) otros cultos y creencias. A Miguel Servet lo quemaron vivo por oponerse al bautismo de niños y rechazar el embrollo trinitario y a Juan Huss, entre otras cosas, por pedir que prohibieran los bailes. Sólo les faltó que, mientras atizaban el fuego, sus verdugos los llamaran inquisidores. También es cierto que ya no te achicharran vivo, sólo te llaman avinagrado si no explotas de alegría cuando ganan los suyos o gimoteas cual magdalena si pierden. Así que no nos podemos quejar.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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