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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Ni contigo ni sin ti

Ni contigo ni sin ti

Es difícil analizar con objetividad y sin demagogia lo que está ocurriendo en España. Renuncio a juzgar el acierto o yerro de las drásticas medidas económicas que se están tomando para atajar una situación crítica, porque lo desconozco, y a señalar a los posibles culpables de la actual situación, porque quizá lo seamos todos y cuando un paciente se muere lo último es reprocharle sus hábitos insalubres o descalificar a quienes lo atendieron antes. Pero es innegable el arrojo de un gobierno que no para de promulgar decretos electoralmente suicidas, lo que en una partitrocracia como ésta demuestra: 1) que la situación debe de ser gravísima y 2) su absoluta imposibilidad de no tomarlas. La respuesta casi general es “no a los recortes”, o sea, a las bajadas de ingresos, la subida de impuestos, el aumento de la jornada, el repago y lo que vendrá. El cabreo es comprensible, a nadie nos gusta ganar menos y vivir peor (lo que en este país incluye trabajar más), pero entre tanta manifestación, arenga sindical y mezquina oposición, no escucho una sola propuesta alternativa a lo que está haciendo un gobierno recién llegado al que, en una clamorosa muestra de primitivismo e inmadurez nacional, se culpa de todos los males o de incumplir un programa que era como prometer un litoral limpio sin saber que llegaba un tsunami.
En cuanto a los trabajadores públicos, son optimizables -como todos- pero ante todo necesarios para el funcionamiento del país, al contrario de los centenares de millares de políticos, liberados, subvencionados y colocados por los partidos en cargos, carguitos y cargazos de empresas, entidades y organismos públicos comparativamente inútiles. Parece pues razonable que mientras quedara uno sólo de estos mamando del presupuesto no debería tocarse la nómina de los empleados públicos de sanidad, educación o justicia, entre otros.
Quizá lo peor sea que taras tan arraigadas en nuestra democracia como el sectarismo, la mediocridad, la irresponsabilidad, la ausencia de autocrítica o quejarse en lugar de actuar impedirán que, ante una situación de emergencia nacional, desperdiciemos la oportunidad de poner este país patas arriba remediando a base de pactos de Estado males como el despilfarro, la hipertrofia administratoria, la corrupción, el fraude y la economía sumergida, el modelo autonómico, el fomento del subsidio en perjuicio del esfuerzo, la inviable utopía sindical de ganar más trabajando menos, etc. En su lugar, asistiremos a otra operación de acoso a un gobierno que toma las duras decisiones que quizás deba tomar (aunque no todas, o mal priorizadas), seguido de su derribo electoral en fatal beneficio de quienes sólo hace seis meses fueron duramente castigados por no tomarlas, tras haber facilitado el desastre.
¿Será verdad que este país no tiene remedio?

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


julio 2012
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