Fulano se gana la vida evaluando siniestros como perito independiente. Tiene la oficina en casa (un pisito en un arrabal al sur de Madrid) y trabaja de lunes a sábado, de sol a sol. Curraba los domingos hasta que la mujer se puso tan seria que le arrancó la promesa de dedicar los festivos a los dos chavales que lo reconocían por la foto junto a su madre vestida de novia, y de llevarlos una semana de agosto a Gandía. Como autónomo, se paga la Seguridad Social (“el mínimo, para qué más si yo no cobraré pensión”) y uno de cada tres euros que consigue cobrar se lo queda Hacienda. Aparte de necesitarlo para trabajar, a Fulano le gustan mucho los coches y, animado por su mujer (“te lo mereces por trabajar tanto”) ha cumplido el sueño de comprarse un Audi Q3 seminuevo a 60 cómodos plazos de 440 euros.
Mengano trabajaba en una fábrica de amortiguadores para turismos (35 horas, 14 pagas, 30 días de vacaciones) hasta que la crisis lo dejó en la calle con una mujer ama de casa, una hija en la ESO, una hipoteca a seis lustros y dos años de paro (“y luego ya se verá”).
Cierto lunes Fulano debía acudir a un juicio so pena de multa pero una huelga de cercanías por la congelación salarial le obligó a coger el coche. Hora y media después, con los nervios de punta y la plaza de Castilla ya a la vista, una concentración de protesta invadió la calzada y el tráfico quedó cortado justo frente al Q3 de Fulano. Ante la impasible observación policial desde la acera, miles de conductores se resignaron a perder otra mañana atrapados en el centro sin escapatoria. Pero Fulano lo tenía fácil y decidió intentarlo. Salió del coche, se dirigió al grupito de plantados ante la caravana con los brazos cruzados y les contó su citación, la multa si no comparecía y que sólo con apartarse un poco podría pasar. Entonces, sin mirarle a los ojos, Mengano replicó: “¡Te jodes!”. Y mientras su víctima retrocedía, sin retirar la vista del morro del Audi blanco, el indignado masculló: “Rico de mierda”.
Desolado, Fulano puso la radio justo cuando daban las noticias: “… la jornada de protesta de los jueces por querer tocarles los moscosos ha obligado a suspender docenas de juicios esta mañana…”. Confiando en que uno fuera el suyo, suspiró y bajó la ventanilla justo cuando dos polis, un sindicalista, Mengano y otro detenedor ilegal del tráfico estallaban en la misma risa de chiste malo. “Con suerte no me lo rayarán por rebotarse, como a Zutano”, se consoló, y entonces le sonó el móvil. Era de la compañía que peor le pagaba pero sacó la libreta y anotó con desgana la dirección del taller clandestino incendiado. Claro que iría, en cuanto aquella panda le dejara seguir contribuyendo a pagar su subsidio y los sueldos del liberado, el policía, el maquinista y su señoría . Estaban las cosas para decir que no.