Las pretensiones independentistas de algunos catalanes azuzados por sus irresponsables gobernantes son pura falacia, empezando por el supuesto “derecho a decidir”, entelequia no reconocida por ley alguna, en virtud de la cual sus reivindicadores pueden levantarse un día decididos a eludir impuestos, no acudir al trabajo o circular por la izquierda violando porque sí unas reglas de juego que no pueden modificar por su cuenta. Y timorata es la reacción al desafío lanzado contra el Estado español por alguno de sus más altos funcionarios (que eso son el Molt Honorable President o el lendakari, ni más ni menos). Un Estado que, a pesar de su debilidad autonómica, continúa sosteniendo la sartén por el mango, pues el artículo 155 de la Constitución le permite, con la venia del Senado, obligar a cumplir la ley a la región que la desobedezca. Cataluña ya se ha pasado por el forro varias sentencias constitucionales, y el actual gobierno, que cuenta con mayoría absoluta en el Senado, tendría chupado disolver la autonomía catalana y ponerla bajo su autoridad directa, con la ley en la mano. Pero sería un error que daría a los independentistas su mejor argumento desde el bombardeo de Barcelona en 1842 por orden de nuestro entrañable Espartero cuando regentaba España.
Llevando el esperpento nacionalista al extremo, propongo una idea rompedora, pero del todo. Madrid es la cabeza del pestífero dragón centralista que mantiene oprimidas bajo sus garras las ansias independentistas (“soberanista” no figura en el diccionario) de los nacionalistas catalanes y vascos, ¿no? “Independencia” de Madrid, se entiende, porque de otra cosa en el planeta global ya me dirán. Bueno, pues la comunidad de Madrid (cuya población alcanza a la de Cataluña, triplica a la del País Vasco y supera a las de Aragón, Baleares, Extremadura, Asturias, Cantabria y La Rioja juntas) recibirá en 2013 del Sistema de Financiación Autonómico el 17,6% de lo que recauda el Estado en la región, 4.301 millones menos que Cataluña. Por el contrario, Madrid aportará al Fondo de Garantía de los servicios esenciales –destinados a financiar sanidad, educación y servicios sociales de las regiones con un déficit entre recaudación y necesidades- el 73% de lo que se aporta a este fondo, 3,5 veces más que Cataluña. Además, la nefanda Madrid es la autonomía con menor déficit, deuda y financiación per cápita, 1.768 euros frente a los 2.092 del catalán o los 2.534 del riojano. ¿A qué esperan los madrileños para ejercer su derecho a dirimir proclamando un Estado independiente de tanto maula periférico? Tendrían la economía más pujante, las mejores comunicaciones y, al cerrar las Cortes y los Ministerios, sus calles dejarían de ser el molesto protestódromo de Expaña. Y muerto el dragón, se acabó la rabia. ¿A quién culparían entonces algunos de sus soberanas miserias?