“De la cantidad sale la calidad”, dicen, y como en La Rioja somos cuacho gatos, el riojano excelente, más que rareza, es un milagro. La llamada “fuente de los ilustres” de Gran Vía con Chile pone de manifiesto malabarismos históricos para reunir ocho estatuas de presuntos riojanos insignes de todas las épocas, descriptivamente conocidas como “espaldas mojadas”. Dado que la Comunidad Autónoma de La Rioja y anterior provincia de Logroño existe como entidad político-administrativa desde 1833, los siete ilusches nacidos antes: Gonzalo de Berceo, García Sánchez III, Quintiliano, Navarrete el Mudo, el Marqués de la Ensenada, Ruiz del Castillo y Fausto d’Elhuyar, no pueden considerarse “riojanos” en el actual sentido regionalista, sino oriundos de una comarca que perteneció a la Tarraconense, los reinos de Nájera-Pamplona y Castilla y las antiguas provincias de Burgos y Soria. Y del único riojano auténtico del conjunto, Julio Rey Pastor, no debemos sentirnos muy orgullosos. Alumno del Sagasta, estudió en Alemania con una beca y desarrolló su prestigiosa carrera como matemático de relevancia internacional en la Universidad de Buenos Aires. De Argentina, su auténtica patria científica y donde creó su familia, el único riojano que ha bautizado un cráter lunar ya no regresaría a su tierra natal. Siendo loable el criterio de selección que animó a los impulsores de la fuente (un poeta, un pintor, un retórico, dos científicos, un monarca, un conquistador y un estadista), resulta preocupante que en siglo y medio ningún otro riojano mereciera un puesto en tan distinguido corrillo. Si hoy hubiera que instalar otro conjunto escultórico similar en Rotondia, nos las veríamos para reunir otras ocho personalidades riojanas dignas de mojadura dorsolumbar perenne, salvo que se pudiera echar mano de vivos o que, olvidando otras más nobles, tomáramos la acepción “célebre” de la palabra “ilustre”. Entonces sobrarían: Titín III, Javier Cámara, Lorenzo Cañas, Pepe Viyuela, Makoki, Llorente o el difunto Taburete, entre otros personajes, algunos de dudosa ilustración pero más riojanos que ahivarse de hay en eso. Salvo quizás el presunto futbolista rinconero nacido en Pamplona y adiestrado en la leonera de Lezama. Lo que no impide que todos los riojanos sepan que se va a la Juventus pero ninguno que al neurocientífico logroñés Ignacio Sáez lo ha fichado la universidad californiana de Berkeley, número uno de las públicas estadounidenses y una de las cuatro mejores del mundo. Menos mal que en la Luna aún quedan tantos cráteres sin nombre como rotondas sin estatuas en su pueblo.