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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Humanidad

La tragedia de Santiago (sucedida, cruel sarcasmo, en plena festividad del santo protector de Galicia y de España entera) evidencia dos cosas: la fragilidad del ser humano y su resistencia a reconocerla.

Con respecto a la primera, el montón de muertos y malheridos que produjo el salvaje descarrilamiento de un moderno tren de pasajeros lanzado a una velocidad que duplicaba la debida, ha sido un aldabonazo a la conciencia colectiva que nos ha recordado de modo brutal lo que el conductor del Alvia exclamó apenas consumada la catástrofe: «¡Somos humanos!». Más que una obviedad, estas palabras, pronunciadas en tan terribles momentos, son al mismo tiempo confesión espontánea de culpabilidad y alegación de circunstancia atenuante, dado que por naturaleza todos somos imperfectos, cometemos fallos y nos equivocamos. Si añadimos que nuestro organismo es muy frágil y está condenado a una muerte que puede sorprendernos en cualquier momento y de la manera más insospechada, no debiéramos conmocionarnos tanto cuando alguien perece víctima de la violencia, causada por nuestros mortíferos ingenios de progreso o desencadenada por la naturaleza.

En cuanto a la segunda, parece que ochenta muertos de golpe a bordo de un transporte seguro no bastan para darnos cuenta de que tras la más sofisticada tecnología siempre hay un ser humano y por tanto alguien capaz de cometer un error que, como en este triste caso, puede causar una espantosa carnicería. Un tren se ha estrellado por el posible despiste de un maquinista que nada más resucitar vaticina la caída de los muertos sobre su conciencia. Así de sencillo. Así de tremendo. Así de humano. Pero al día siguiente ya tenemos a medios hostiles al gobierno denunciando el temerario aprovechamiento de una curva franquista, al corporativismo ferroviario denunciando deficiencias en el sistemas de seguridad, a opinadores profesionales sembrando la perversa semilla de la duda o exculpando a un pobre hombre al que se pretende colgar toda la responsabilidad, cuando «tiene que haber muchas más», y a incansables especuladores sin fundamento interesados en intoxicar aun más un clima social bastante emponzoñado. Lo que sea, menos aceptar lo que un maquinista roto reconoció con el rostro aún ensangrentado: que somos humanos. Su posible irresponsabilidad homicida, exclusiva o compartida, no le privará de la misma lástima que me inspiran las víctimas, porque nunca perdonaré al malvado que siega vidas con alevosía sin arrepentirse nunca, pero sí al ser tan humano que reconoce haberlo hecho por un despiste que lamentará toda su vida. Porque, además de definir la débil naturaleza de los hombres, humanidad también significa compasión de las desgracias de nuestros semejantes.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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