Uno de los suplementos fiesteros que este periódico publicó durante los llamados sanmateos contenía una foto que me impactó. En el chamizo de una peña subvencionada por el Ayuntamiento, la alcaldesa de Logroño aporreaba el bombo de una charanga mientras concejales de su partido y de la oposición bailaban a la conga «Los almacenes de Haro». Era la típica imagen de una panda de amigos rematando el cenorro entre la segunda y la tercera de las conocidas cinco fases de la melopea*. Y nada habría que objetar en tal caso, porque es lo propio de una panda de amigos (hasta cierta edad, hay que decirlo) celebrando las fiestas del pueblo. Pero no era precisamente el caso, porque si hay una palabra de imposible aplicación a los grupos políticos que integran ésta o cualquier otra corporación municipal, diputación provincial, parlamento regional o cortes nacionales es precisamente la de amigos. Por el contrario, entre nuestros partidos se ha establecido un estilo de hacer política basado en la confrontación, el mal tono, el insulto y la bronca. Acudiendo a las hemerotecas podría llenar la columna con las descalificaciones, acusaciones, improperios y reproches que se cruzan a diario los adversarios políticos riojanos. Con demasiada frecuencia, el estado de crispación provoca denuncias casi siempre sobreseídas, con exigencia de petición de perdón por el acusado sin motivo, y la imagen transmitida a los ciudadanos por sus representantes no es de leal colaboración dentro de la discrepancia para mejorar la gestión pública, sino de enemigos irreconciliables atizándose dentelladas políticas como lobos sin parar.
Por eso la fotografía del chamizo me desconcierta. A ver, por muy fiestas que sean, ¿usted y los suyos se irían un día de farra con gente que el resto del año no para de zancadillearlos y acusarlos de mentirosos, manipuladores, incapaces, despilfarradores, caraduras, sin vergüenza y otras lindezas? Entonces, o nuestros ediles se entienden mucho mejor de lo que pensamos y sus pésimas relaciones institucionales son puro teatro, o realmente se llevan a matar y la tregua del chamizo fue una patética pantomima. Una de ambas hipótesis por fuerza es falsa y su concomitancia evidencia uno de los pecados que menos se perdona a los políticos, la inconsecuencia. Sin duda, los ciudadanos preferiríamos verlos siempre tan bien avenidos como en el chamizo antes que intercambiándose la habitual inquina. Tampoco les pedimos que acaben los plenos bailando la conga a son de charanga en torno a sus escaños. Un virtuoso término medio de seriedad y corrección estaría bien.
* Verborrea incontenible, exaltación de la amistad, cantos regionales, tuteo a la autoridad e insultos al clero y delirium tremens.