En estos míseros tiempos de recortes en general y del gasto sanitario en particular me viene a la cabeza un procedimiento terapéutico utilizado en medicina desde que la faraona Hatshepsut se comía los mocos, barato, asequible y, como verán, sumamente eficaz. Se trata de la sanguijuela hematófaga (hirudo medicinalis), un gusano anélido pariente cercano de la lombriz de tierra de la que constituye una mejora evolutiva ya que posee capacidad para digerir la sangre ajena, mientras que la pringada de su prima sólo come la tierra que se curra. Anatómicamente, las sanguijuelas son como un tubo blandengue fusiforme y alargado con dos orificios-ventosa: uno bucal (por donde la chupan) y otro anal (por donde la cagan). La boca está armada con dientes que utilizan para cortar la piel de las víctimas, con cuya sangre se alimentan, succionada gracias a su poderosa faringe y a una ventosa bucal. Su tubo digestivo contiene numerosos ciegos donde almacenan la mala sangre durante largo tiempo. Como digo, la medicina ha utilizado desde muy antiguo sanguijuelas vivas para efectuar sangrías y eliminar del cuerpo de los enfermos la sangre que se creía podrida. Crasa ignorancia, pues lo único que hacían estos gusanos gorrones era debilitar aún más el organismo que colonizaban, pero nunca hasta el extremo de acabar con ellos desangrándolos. No. La sanguijuela es muy lista y sabe hasta donde puede chupar. Pasarse de la raya acabaría con su huésped y ello supondría igualmente su fin, dado que, a diferencia de otras clases de gusanos que se ganan la vida trabajando duro, este parásito obtiene el oxígeno vital de la hemoglobina que otra especies sintetizan.
La sindijuela (hirudo sindicalis) es una modalidad de sanguijuela evolucionada que al erguirse sobre sus túbulos traseros adquiere apariencia humana. Su cerebro es ya mucho mayor que el de su antecesora pero se muestra todavía incapaz de pensar por su cuenta y no funciona a base de ideas sino de consignas ni emite opiniones sino eslóganes e incluso insultos. Sumamente habilidosa para subsistir sin trabajar, al principio se hace pasar por lombriz para metamorfosear en cuanto puede, liberándose así de la dura tarea de escarbar la tierra en busca de alimento. Sólo se desarrolla en las sociedades democráticas a las que parasita y una de las variedades más agresivas es la sindijuela bética, un gusano especialmente repulsivo que, no contento con depredar a todo bicho viviente en el valle del Guadalquivir, se permite llamar «fea» a la grácil mariposa que osa reprocharles su mala conducta revoloteando sobre sus viscosos buches repletos de sangre ajena.