Confieso que, seguramente a diferencia de sus muchos detractores, no me he leído la Ley Orgánica para la Mejora Educativa (LOMCE). Sólo conozco algunos tímidos cambios que la «ley Wert» introduce en la legislación educativa preuniversitaria anterior, la LOE y la LOGSE. Así que, con la distancia, el desconocimiento técnico y la falta de pasión de quien observa desde fuera un sector ajeno donde ya no tiene hijos matriculados, me dispongo a embarrarme en este charco de verduscas aguas exponiendo cuatro cosas.
La primera, más que una premisa, suena a conclusión final: somos un país de mal educados. Ahí están nuestras alarmantes tasas de fracaso escolar y el vergonzoso furgón de cola de los 24 países de la OCED al que el informe PIACC de comprensión lectora y cálculo elementales (los ejercicios eran para tontos) nos relega. Son síntomas graves de un sistema educativo enfermo que indiscutiblemente urge mejorar, palabra clave incluida en el enunciado de la LOMCE.
La segunda recuerda que todas las leyes por las que se ha regido la educación preuniversitaria en España en la democracia han sido promulgadas por el PSOE. Todas. Este partido, sin embargo, no sólo ha ejercido la menor autocrítica al respecto sino que, no contento con los pésimos resultados de su política educativa, amenaza con derogar la LOMCE si vuelve a desgobernar.
La tercera es que, como en otros asuntos básicos, los grandes partidos deberían consensuar este tipo de leyes en lugar de imponerlas cuando gobiernan o utilizarlas como ariete de la oposición. Pero como es imposible y algo habrá que hacer, no oculto mi admiración por el coraje de un demonizado ministro de Educación, no afiliado al partido gobernante, que contra viento de proa y marea verde saca en solitario una ley que pretende mejorar a un enfermo al que todos reconocen muy grave pero nadie se atreve a operar, sabiendo que cava su tumba política.
Y a cuarta es el convencimiento de que, además de estar mal educados, los españoles somos bastante maleducados. El 23 de octubre pasé por el Espolón justo cuando se disolvía una manifa verde frente a la Delegación del Gobierno y vi a un grupo de chavales, derrengados tras una mañana esforzándose en algo, tirados por la acera junto a una pancarta que exhibía el siguiente letrero: «Los hombres feministas follan mejor». Ante tan profunda reflexión, tan sesudo mensaje y tan atinada reivindicación educativa, pensé que aquellos estudiantes verdaderamente están bastante necesitados de Educación, en el más amplio sentido de la palabra. Aunque ni esta ni otra Ley podrán ya contra la ordinariez, pobreza intelectual e incultura que por desgracia caracterizan a la mayoría de nuestros futuros ciudadanos. Chungo.