Escribo estas líneas cuando se cumplen 38 años de la muerte de Francisco Franco y su inmediata sucesión en la Jefatura del Estado por D. Juan Carlos de Borbón «a título de Rey». Aquel otoño de 1975 lo pasé de sorche en el Centro de Instrucción de Reclutas de Gamarra, donde un cabrón de sargento chusquero disfrutaba asustándonos con que cuando palmara el Generalísimo se armaría la de Dios y nos sacarían con los tanques por Vitoria. Aferrando el fusil en la tremenda soledad de la garita, llegué a rezar para que el «equipo médico habitual» mantuviera aquella piltrafa conectada a los cacharros que la conservaban oficialmente viva hasta que jurásemos bandera y, ya en casita, que pasara lo que fuera. Pero Franco palmó unos días antes y nos convertimos en los primeros soldaditos del Rey de España. Como saben, no pasó absolutamente nada y con aquel pacífico relevo que asombró al mundo comenzó el reinado de quien según Santiago Carrillo, otro clarividente, pasaría luego a la historia como Juan Carlos el Breve. El caso es que nuestro monarca lleva casi 40 años en el trono y, si hubiera que dotarlo de un sobrenombre, propondría el del Taller o el Traumas. Pues el malhadado aparato locomotor de D. Juan Carlos ha sufrido heridas múltiples por corte de cristal, fractura de rodilla, una fisura de pelvis, otra de muñeca, rotura del tendón de Aquiles, fractura de cadera derecha y hernia discal lumbar, y es portador de tres prótesis totales, una de rodilla y dos de cadera, la derecha como consecuencia de la fractura y la segunda por desgaste, con dos episodios de luxación. A lo largo de este impresionante historial traumatológico-ortopédico, mis colegas han ido reparando bien que mal el real chasis hasta que sobrevino una de las complicaciones más temibles de la especialidad, la infección de una prótesis. Aunque es infrecuente (2%), en España se implantan unas 50.000 al año, así que por desgracia para muchos pacientes todos tenemos experiencia en su difícil tratamiento. Sin embargo, la Casa Real ha echado mano del Dr. Miguel/Mike Cabanela, un traumatólogo de origen gallego ya jubilado que emigró para formarse en la estadounidense Mayo Clinic donde logró la jefatura de la Unidad de Cadera, en cuya cirugía llegó a ser considerado el namberguán. La reintervención de Cabanela (ayudado por otro cirujano americano de su confianza) ha causado malestar en la sociedad científica española del ramo (SECOT), pero a mí no me parece mal que el Rey elija a un cirujano de su confianza y que, si el recambio sale bien, lo nombre Marqués del Acetábulo. Lo que me traumatiza es que en este país para ser una autoridad en algo distinto de controlar una pelota de tamaño variable haya que exiliarse.