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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Más de lo mismo

Al fin y tras nueve años cerrado por una reforma-ampliación que ha costado siete millones, el único museo de Logroño, una ciudad de 150.000 hígados, ha reabierto sus puertas y mi impresión general tras la visita es que habrá que dar por buenos tiempo y dinero con tal de zanjar semejante vergüenza. Visto con ojos profanos en arte, interiorismo y arquitectura, opino que el edificio moderno no afea la hermosa fachada barroca de la que fuera vivienda de los Duques de la Victoria, y el interior es un espacio amplio, luminoso y agradable de recorrer. El fondo del museo sigue siendo tan modesto como antes pero mucho mejor presentado. Lo que más impresionó fue la espectacular escalinata e imaginar subiéndolas para retirarse a sus aposentos de la última planta a don Baldomero Espartero, único plebeyo de nuestra historia que alcanzó la Alteza Real, o bajándolas para recibir los homenajes de dos reyes de España. El personaje más ilustre de cuantos han habitado Logroño bien mereciera un museo para él solo, y ningún sitio más idóneo que la Casa-Palacio del espadón liberal. Pero esto es una oportunidad perdida y lo que quiero comentar nada tuvo que ver con el discreto fondo artístico del nuevo Museo de La Rioja sino con la forma de mostrarlo. Además del guardia jurado que vigila por las salas, en la entrada había, que yo viese, cuatro funcionarios recibiendo a los escasos visitantes. Dado que la entrada es libre (aunque, algo insólito, te anotan nombre y DNI) y no hay tienda, bar, consigna ni guardarropía que atender, parecen demasiados. Tampoco entiendo la gratuidad, salvo un suficiente día a la semana para que los riojanos podamos visitarlo sin tener que pagar como pagamos en cualquier museo, claustro o catedral de otros lugares. Dos euritos para contribuir al mantenimiento del centro y un par de empleados es lo que en la empresa privada se llama gestión y recorte si se aplica a la pública. Así que, teniendo en cuenta que «recortar» significa «cortar lo que sobra de algo» y «sobrar» es «haber más de lo que se necesita», hubiera confiado el Museo de La Rioja a una empresa privada. Ya sé que al día siguiente se montaría en la plaza de San Agustín una pitada anti-privatización «en defensa de lo nuestro». Pero resulta que el museo y la pasta que cuesta también son míos, y por la parte que me toca quiero que se administre bien. Es decir, que cumpla su función con el menor gasto posible. Ex derrochadores conversos a la buena gestión predican ahora «hacer más con menos». Con «más con lo mismo» e incluso «lo mismo con menos» nos conformaríamos. Pero lo que esta reapertura ha mostrado, mismamente, es más de lo mismo.

(www.el-bisturi.com)

 

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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