Nuestro lenguaje coloquial es rico en alusiones a partes del cuerpo humano generadoras de dichos que alteran su significado anatómico, como muestra el siguiente recorrido descendente, de colodrillo a juanete.
En un homo presuntamente sapiens, la cabeza aporta mucha expresión popular. Unos no paran de darle vueltas y acaban perdiéndola, otros la sientan, o no la levantan, a algunos se les calienta, o se les sube algo y muchos la tienen dura, cuadrada, de chorlito o hueca. Además, contiene un seso que puede sorberse o calentarse y ofrece una cara que puede ser larga, de perro o tan dura que no se caiga de vergüenza, dotada de buenos o malos ojos, narices que por meterlas te las pueden tocar y una boca que a veces nos la buscan, nos la quieren cerrar o se nos llena.
Ya en el miembro superior, las funciones expresivas del hombro son tres: colaboración (arrimarlo), desprecio (mirar por encima de él) e indiferencia (encogerlos). El brazo representa la fuerza y un actividad física que oscila entre los extremos de partírselo –sin darlo a torcer– y mantenerlos cruzados. Las principales utilidades del codo son hincarlo y empinarlo; parecen antagónicas, pero los estudiantes demuestran lo contrario. Herramienta principal del organismo, las manos son fuente inagotable de recursos retóricos. Las hay limpias, libres, largas o negras y pueden ponerse encima, en el corazón, a la obra o en la masa; llevárselas a la cabeza, lavárselas, frotárselas, echarlas, meterlas o abrirlas. Y cada dedo sirve para chupárselo, no moverlo, nombrar, medir la frente o ponerlo en la llaga.
El anverso del tronco simboliza valor, coraje: sacar o partirse el pecho, actuar a pecho descubierto. Su reverso, la espalda, expresa cobardía y mezquindad cuando se da o se vuelve, o se actúa a espaldas que se cubren y guardan. En medio se agolpan las entrañas, necesarias para echar los hígados o el bofe, hacer de tripas corazón, revolverse el estómago o cubrirse el riñón. En la trastienda tenemos un culo para dar y tomar, perderlo, ponerlo, lamerlo o quedarnos con él al aire. Hincar las rodillas es la imagen de la humillación y dormir a pierna suelta o salir por piernas son funciones contradictorias de los cuartos traseros.
Acabo este repaso de anatomía aplicada al lenguaje con pies de plomo y sin sacarlos del tiesto, del cañón ni de la letra: no me salto la entrepierna por recato; es que casi todas las expresiones que origina se refieren a los genitales masculinos, y no quiero líos con tocahuevos que por menos te tildan de machista.
(el-bisturi.com)