Me meto en otro berenjenal, lo sé, pero no acabo de entender la marejadilla verde que agita estos días a la enseñanza riojana a costa de la ratio o número de alumnos por aula. Concretamente, por un aumento mínimo –de 25 a 26– en algunos centros, que ha provocado el rechazo de profesores y sindicatos del sector. Se acusa a la Consejería riojana de “saturar unas aulas ya de por sí abarrotadas” y se augura una “merma de la calidad educativa” con una medida automáticamente etiquetada con la palabra clave del descontento nacional, recorte.

Cambiando de ratio, resulta que el número de alumnos por profesor en España es inferior a los 13 de media de los países de la OCDE, y puesto que hace cuarenta años había un docente por cada veinticuatro alumnos, cabría suponer que los resultados educativos hubieran aumentado proporcionalmente al descenso de la ratio a la mitad. Sin embargo, y a pesar del gran esfuerzo de inversión en Educación realizado durante la etapa democrática (que ya alcanza el 4,7% del PIB), el fracaso educativo nunca fue tan alto como ahora, con un 28,4% de abandono escolar que dobla la media de la Unión Europea, y de PISA mejor no hablamos. Algo parecido sucede en Sanidad: el aumento exponencial del gasto sanitario de las últimas décadas no ha producido una mejora significativa del nivel de salud de la población, lo que demuestra que el Estado del Muchogastar no proporciona necesariamente Mejorestar a la población.

Con independencia de unos datos estadísticos tan manipulables como todos, lo cierto es que en mis tiempos escolares éramos 40 y más alumnos en clase y no recuerdo saturada, ni creo que saliéramos de ella más tontos o peor preparados que los 25 o 26 –qué más dará– actuales. Intuyo, pues, que la ratio alumnos/aula no ocupa un lugar destacado entre las causas del fracaso escolar. Y a quienes veintiséis alumnos les parezcan demasiados les recomendaría que en las próximas elecciones regionales recen o algo para que el PP revalide su mayoría absoluta. Porque, si gana pero no gobierna, podría conchabarse la izquierda radical con quien fuera para gobernar y, como sus demagógicos programas privadofóbicos incluyen suprimir toda concertación, ya podemos instalar pupitres-litera en las aulas públicas para acoger a 50 o 60 educandos, o lo que sean. Y entonces algunos podrán quejarse de «abarrotamiento» con toda la ratión.

Más que un berenjenal, verde que te quiero verde, esto es un calabazar. 

(el-bisturi.com)