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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

A sus zapatos

La semana pasada un periodista de esta casa afirmó en su columna que el hospital («la clínica») Los Manzanos era «peor» que el San Pedro, alegando que éste dispone de más medios que le permiten atender los casos más graves, poniendo como ejemplo los accidentados de tráfico. Un aserto tan simplista (más grande, complejo o dotado equivale a mejor) podría rebatirse con idéntica simpleza contraargumentando que eso es como asegurar que un cuarteto de cuerda es peor que una orquesta sinfónica, Dinamarca peor que Rusia o un yate peor que un transatlántico. O, ya puestos, que el Iregua es peor río que el Ebro, la gamba peor marisco que la langosta o este periódico peor que ABC.

Pero los indicadores que miden la calidad asistencial de un centro hospitalario no son ni su tamaño, ni su dotación tecnológica, ni su cartera de servicios, ni siquiera la complejidad de su casuística. Lo son las tasas de mortalidad y de complicaciones, los protocolos de actuación ante patologías concretas, la adopción y eficacia de medidas preventivas, los tiempos y plazos de atención, la adecuación del uso de recursos, la gestión medioambiental o la satisfacción de los usuarios. En definitiva, los mejores o peores resultados de su actividad, rigurosamente evaluados según su categoría, que en los países donde se miden permiten publicar rankings hospitalarios incontestables. De modo que calificar mejor o peor a un hospital que a otro sin aportar datos comparativos de todo lo que acabo de señalar es, por decirlo con elegancia de gentlemen, inaceptable. Aparte de que tampoco se puede realizar una comparación entre centros tan parecidos pero tan diferentes como un hospital secundario y otro terciario, hay hospitales comarcales mejores que algunas ciudades sanitarias, naturalmente dentro de sus limitaciones.

Esto me ha recordado aquella historia de cuatro zapateros que trabajaban en paz y armonía en la misma acera hasta que a uno se le ocurrió colgar junto a la puerta de su taller este letrero: «El mejor zapatero de la ciudad». Picado, su vecino puso al día siguiente otro que anunciaba: «El mejor zapatero del país». Para zanjar la competencia, el tercero no dudo en roturar su puerta de este modo: «El mejor zapatero del mundo». El listón de la mercadotecnia parecía insuperable, hasta que el cuarto remendón clavó el rótulo definitivo: «El mejor zapatero de la calle». Y luego volvió a sus zapatos.

(el-bisturi.com)

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.


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